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León

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Tribuna | Eduardo FUENTES-GANZO

Doctor en Derecho. Comisario C. Cortes de Benavente

L os idus de marzo, desde el asesinato de Cesar siempre han sido particularmente trascendentales en la historia occidental. Tal día como hoy , quinto idus de marzo de hace exactamente 808 años, en el año 1240 de la «Era», es decir el 11 de marzo de 1202, se celebraron las segundas Cortes occidentales y leonesas, las Cortes de Benavente. El comisario de los actos del 1100 Aniversario, Juan Pedro Aparicio, ha puesto, a mi juicio con acierto, especial énfasis en la celebración en el nacimiento de las asambleas representativas, lo que podemos calificar como arqueología de la Democracia y el Parlamentarismo. Circunstancia, la de las Cortes de 1188 y 1202 que se produce con el declive de un Reino que ya no poseía el esplendor de los tiempos de Alfonso VI o Alfonso VII el Emperador. León era, a la sazón, un reino estrangulado por sus vecinos orientales (la pujante Castilla) occidentales (la naciente Portugal) y meridionales (una «Extremadura» leonesa en conflicto con las taifas del sur, carente de la pasada pujanza bélica. Ni siquiera, Alfonso VIII, el tío castellano de Alfonso IX, el leonés, al que había armado caballero, le incorpora a su «cruzada» de las Navas de Tolosa.

Con todo, como ya dijo Hegel «el buho de Minerva extiende sus alas al atardecer», el reino leonés, antes de ser devorado y diluirse en otro proyecto, el de una monarquía plurinacional y panhispánica, vivirá su máximo esplendor cultural e ideológico, con los encargos y mecenazgos propagandísticos de los propios reyes Fernando II y Alfonso IX. Por esas fechas el maestro Mateo remata las obras del pórtico de la gloria de la catedral compostelana en un tiempo, al filo de 1200, en que el románico tardío y el protogótico se funden. En el scriptorium leonés de San Isidoro se acaba de culminar la bellísima «Biblia Románica», así como en el catedralicio el «Libro de Estampas de los Reyes» patrocinado por la reina Berenguela, al tiempo que en Santiago se trabaja en la miniación del «Tumbo A» y en Oviedo en el «Libro de los Testamentos de los Reyes».

Pero, sobre todo, este reino que se agota, brilla más que nunca en un aspecto, en el institucional, con una metáfora visual y simbólica que puede servir, yo así lo imagino, la película de Ridley Scott: «Blade Rainer», como un coloso que antes de apagarse brilla más que nunca dejando un legado imperecedero a Occidente: los antecedentes más claros del régimen representativo y del parlamentarismo en occidente: Las Cortes.

Fruto del Imperialismo cultural e ideológico anglosajón del siglo XX, en la década de los 80 en la facultad de derecho me indignaba cuando se pontificaba desde las clases de Derecho Político al sostener que el antecedente medieval del parlamentarismo era la «Carta Magna» de Juan sin Tierra de 1215, lo cual pugnaba con mis intuiciones y mis lecturas mozas de don Claudio Sánchez Albornoz, don Julio Puyol y don Manuel Colmeiro, que además eran 3 décadas posteriores a las cortes leonesas. Así que a finales de los 80 adquirí en el British Museum un facsímil que comencé a estudiar y que comparé con el texto auténtico de las Cortes de Benavente que exhumé y publiqué por primera vez en 1996 en mi libro «Las Cortes de Benavente», cuando dormía en un legajo del Archivo catedralicio de Zamora, oculto bajo la nomenclatura menor de «privilegios de abadengo» (cosas de iglesia); texto que reeditaría de forma más «accuratta» en una edición facsímil en León en 2002. Dediqué una treintena de páginas a deshacer el mito propagandístico británico, viendo en la Carta Magna, lo que era una regulación con cierta garantía pero con una excesiva presencia de la corona y sus oficiales a través de sherifs, constables, coronels-¦ a diferencia del «constitucionalismo» cumulativo leonés que desde el Fuero de León tras el cabo del primer milenio, era a la altura del 1200 el más avanzado en garantías y libertades de la «cristiandad» de entonces. Babeamos, ahora, porque lo diga un australiano y me refiero al libro de John Keane, que tan oportunamente fue traído a León por la organización del MC Aniversario, pero que en su obra «The Life and Death of Democracy» dedica tan solo unas páginas a las Cortes leonesas con el título de Alfonso IX (pags, 169 a 176) y cuya tesis puede resumirse en que reconociendo que las Cortes leonesas fueron pioneras en 1188 y 1202 eso se debió, sobre todo, a la presión islámica, cuando en realidad se debió muy poco al azar y mucho a la necesidad de un rey astuto y necesitado, que, primero, precisó el apoyo de los hombres de las ciudades y villas para su consolidación en el trono (1188) por lo que prometió «no hacer guerra ni paz, ni tratado sin el consejo de los hombres buenos», y luego, precisó dinero (1202) por lo que con el concurso y apoyo económico de las «gentes térrea».

Así, aquel rey Alfonso que luego sería llamado en la diplomática posterior «el Bueno» por la defensa de franquezas, allegó los recursos necesarios para culminar la reconquista de la Extremadura leonesa (no queda hoy otra con tal nombre en España) con la toma de Mérida y Badajoz. Alfonsio «el bueno» creó por primera vez en Europa en una asamblea legislativa, un impuesto territorial, al que se prestaron los burgueses emergentes «desde el Duero al Mar» para contener la inflación por la alteración de la moneda de vellón, hecho que constituye, además de las segundas Cortes occidentales el más remoto antecedente del otorgamiento del servicio en las Cortes estamentales de la edad Moderna y de la Ley de Presupuestos en los modernos estados democráticos y el abrir caminos para que un día , aún lejano en ese momento, los hombres dejaran de legitimar el poder por «la gracia de dios» y lo hiciesen por su voluntad democráticamente expresada.

Ese es el significado y trascendencia de aquellas cortes del Vº Idus de Marzo, las segundas europeas y leonesas: el ser un jalón fundamental en la historia d e la Economía política y de las instituciones de occidente. Por eso merecen ocupar un espacio preeminente en el futuro Centro de Interpretación del Reino de León en el Palacio del Conde Luna.

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