Diario de León

El abad de San Isidoro puso la mano

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León

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Tribuna | Máximo Soto Calvo

Asociación pro Identidad Leonesa

Y recogió la dádiva en forma de medalla, dicen que de oro, y no lo hizo en nombre del Pueblo Leonés, como debió de manifestar tan alto como le fuera posible, no, la recogió para el órgano colegiado o colegiata. Si, ya sé que el ente autonómico se la entregaba a la real colegiata.

Mas, como bien sabemos, el claustro de San Isidoro fue el continente de las Cortes de 1188, pero en su interior, digamos en el contenido, estaba el pueblo leonés, sus buenos hombres como estamento, y las libertades que alcanzaban de la mano de Alfonso IX. Todo un esbozo de parlamentarismo, pionero en Europa. Y, aunque hubiera tenido intención de recoger la medalla en nombre del pueblo leonés, y perdóneme el abad que añada-¦ y no la tuvo, es mi apreciación, hay otra razón que no sé si se le escapa: los autonomistas que dirigen el ente no se lo hubieran permitido, pues para ellos: el pueblo leonés, no existe. ¡No existe!

Han tratado de anularle desde los prolegómenos preautonómicos, eso es incuestionable, y más aún en la letra estatutaria; y la culpa es total de los políticos de aquí, que lo toleraron; y de los de allá, que les iba bien el ocultarlo pues ¡querían una comunidad de pueblo único!; para ello jugaron a creadores de un pueblo: castellano-leonés, luego castellanoleonés.

Sobre ese inventado pueblo, hicieron descansar el peso de ser el garante del Estatuto. Primer dato: un pueblo inexistente en modo alguno puede garantizar nada. Por ende, el Estatuto, viciado de origen, no es legítimo. De ahí que colocaran de rondón en una de las ampliaciones estatutarias lo de: castellano y leonés, pero que, empecinados en su soberbia, lo emplean como si de una singularidad se tratara. Algo malévolo.

En las Cortes autonómicas, en Valladolid, no pasemos por alto ese dato, el gran ausente fue el pueblo leonés, ¡no estaban allí los buenos hombres! , sí el Presidente de estas Cortes (el rey, con minúscula) y algunos magnates como: Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación, Francisco Fernández, el alcalde de la capital, Santos Llamas, por Caja España-¦, y el clero: el obispo y ocho canónigos miembros de la colegiata. Y todos, al menos los que hablaron, dijeron estar recordando las de 1188. Parece una tomadura de pelo, y grande, al pueblo Leonés, el alevosamente soslayado.

La medalla, sujeta o sujetándola, tiene un lazo rojo en forma de pajarita, según se puede apreciar en las fotografías, algo así como las alegóricas alas de un invento autonómico, que pretenden «vuele» hacia León, y porte el mensaje que le han querido añadir: el de asunción del Estatuto por los leoneses. Pero he ahí, que hayamos de ver el lazo como las enrojecidas alas de una mariposa herida en el corazón por el alfiler del entomólogo, el pueblo leonés lacerado con el alfiler de la insignia o medalla, «envenenada» con el deseo de que nos traguemos el Estatuto. Lo demás es teatro.

Y a usted, don Francisco, abad, que en modo alguno trato de cargarle culpas ajenas, he querido citarle por haber sido el protagonista que eligieron; no sé si feliz o no, risueño si parecía, cuando se aprestaba a traer la medalla para León.

El ente autonómico nos arruinó el octavo centenario de las Cortes leonesas, en 1988, donde tuvieron oportunidad de lucirse, incluso planteándose traer con justo merecimiento la sede de las autonómicas para León; no sólo no lo hicieron, además se empeñaron en castellanizar la celebración, no olvidemos que iniciaron ésta en Burgos, y nada más alejado de la realidad histórica. Ahora van camino de manipularnos, mediante un sutil descafeinado, el 1.100 aniversario del nacimiento del Reino de León.

Reino de León que el señor Herrera llama viejo Reino de León, tan sólo para añadir que en «buena medida en él están los orígenes de la Comunidad». Algo tan infumable como falso, que además pone de manifiesto el enorme interés en sujetar a León con las «doradas cadenas de medallas» estatutarias. Los orígenes de esta Comunidad están en «las razones» de Estado de Martín Villa, y no se remontan más allá del inicio de la España autonómica que estamos viviendo, desde la muerte de Franco. Y nuestro alcalde, ¿o acaso estaba invitado como político nada más?, escuchó eso y lo de las libertades del Estatuto, en silencio.

Don Francisco, le pregunto ¿qué tiene que ver la comunidad política impuesta a los leoneses, con las libertades de los leoneses alcanzada 1188?, para mi ¡nada! Y si comparte esta negación ¿por qué no lo dijo? Si carece de sentimiento autonómico, como apuntó, ¿qué hacía allí? Y lo de «dos Comunidades, dos Estatutos», que ponen en su boca, más parece para la galería que real, pues la asistencia y la amplia sonrisa en cada foto, reflejan cosa bien distinta. Me permito estas apreciaciones, pues, de su leonesismo esperaba mucho más.

De quien no esperaba nada era de la presidenta de nuestra Diputación. «León es y será protagonista en las Cortes», dejó dicho. Queda con esa expresión perfectamente retratada. ¿Qué Cortes, las de Valladolid? Pues vaya protagonismo que tenemos, sujetos a un Estatuto que nos ignora como pueblo. Lamentable señora presidenta. Por todo lo anterior, como colofón, y siendo respetuoso, diré que la medalla era para el cabildo, ¡guárdenla!, no ha sido otorgada al pueblo leonés, el gran ausente.

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