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León

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La veleta | cayetano González

Una víctima del atentado terrorista del 11-M en los trenes de Atocha, Gabriel Moris, que perdió a su hijo aquel fatídico día, acuñó hace tiempo una frase que resume perfectamente cual debe ser la actitud de todos -”poderes públicos, sociedad civil, medios de comunicación-” hacia las víctimas, no solamente de aquel brutal atentado, sino de todos: «No olvidar lo inolvidable». Efectivamente. Una sociedad moralmente sana no debe olvidar nunca a sus muertos en atentados terroristas. Y esto, que es válido en el caso de nuestro país para las 857 personas asesinadas a lo largo de estos últimos cuarenta años por la banda terrorista ETA, también lo es para las 192 que perdieron la vida el 11 de marzo de 2004 cuando viajaban en unos trenes de cercanías camino de su trabajo o de la universidad. Han pasado seis años desde aquel salvaje atentado, el más numeroso, atendiendo al número de personas muertas y heridas, que ha sufrido nuestro país y cualquiera de nuestro entorno. Un atentado que además cambió el rumbo de nuestra historia reciente al producirse tres días antes de u nas elecciones generales que todas las encuestas pronosticaban iba a ganar el PP y que sin embargo acabó ganando el PSOE y llevando a Zapatero a la Moncloa. Que nadie interprete mal o retuerza el sentido de esta afirmación. La victoria del PSOE el 14 de marzo de 2004 fue absolutamente legítima, pero dicho eso, también habrá que aceptar que las mentes perversas que planificaron ese atentado estaban buscando precisamente eso: influir, para cambiar, en el curso normal de los acontecimientos en España.

Hoy es un día para, fundamentalmente, recordar a las víctimas del terrorismo, a todas, pero de manera especial a las del 11-M. Muchas de ellas han mostrado su desazón porque consideran que todavía queda mucho trecho por recorrer para conocer la verdad de aquel atentado. A pesar de que hubo un juicio con su correspondiente sentencia, las víctimas, y no solamente ellas, piensan que todavía hay muchos interrogantes por despejar. No se trata de establecer una dicotomía insalvable entre los que piensan que la sentencia del juicio lo esclareció todo y los que opinan lo contrario. Se trata, ni más ni menos, de llegar a conocer toda la verdad sobre las circunstancias del mayor atentado terrorista que ha sufrido nuestro país. Es una deuda que el Estado de Derecho tiene, en primer lugar, con las propias víctimas del terrorismo. Pero también es una asignatura pendiente de nuestra democracia. No se puede ni se debe de pasar página. Mientras que persistan dudas o interrogantes en torno al atentado hay que seguir investigando. Eso también forma parte de «no olvidar lo inolvidable».

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