El rincón | manuel alcántara
La Casa Blanca pide explicaciones al Gobierno israelí por construir casas de todos los colores en los territorios ocupados desde la guerra de 1967. Los conflictos bélicos no sólo trastornan la Historia, sino la Geografía. Dejan sus cicatrices en el Atlas y rompen las relaciones de los países que se llevaban muy bien hasta querer llevarse la mejor parte. El presidente Obama, que era el hombre más esperanzador del mundo, está empezando a desesperarse. Desde que Kant, con un puño en la mejilla, empezó a soñar con la paz perpetua, pensamos que esa posibilidad llegaría alguna vez.
Creía el filósofo en
. Si viviera hoy, lo que es mucho decirle a alguien que nació en el primer tercio del siglo XVIII, dejaría de creer en las dos cosas. Han llegado los constructores de la Historia Sagrada y van a edificar chalets adosados en la Biblia. La nueva agencia inmobiliaria ha desatado una de las crisis más graves en las relaciones entre Israel y los Estados Unidos, a pesar de que sólo se trata de 1.600 nuevas viviendas, cantidad que cualquier pelagatos que ocupe la alcaldía en un pueblo español puede autorizar. Allí se juegan más cosas. Ese territorio es de todos, o de nadie, además de ser Tierra Santa. ¿Dónde quedan los problemas europeos, incluido el de los millones de la red Gürtel, comparados con el que abruma al presidente de la nación más poderosa del mundo? Algunas familias palestinas tendrán que ser desalojadas. Otras se conformarán con que sus viviendas sean demolidas. La paz es imposible en la zona, que lleva tanto tiempo de inestabilidad que no deja de moverse ni aunque la fijen con los clavos de Cristo. Nada nos queda lejos, ni siquiera el Oriente Próximo. El mundo es un pañuelo, pero está empapado de sangre y de lágrimas. Dos cosas que no tienen nacionalidad.