Diario de León
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Historias del reino margarita torres

Francamente, en las últimas semanas no entiendo nada. Ni a los leoneses más pucelanistas que Pedro Ansúrez, ni las descalificaciones a partidos políticos democráticos como el Mass o Civiqus, ni la pachorra acomodaticia con la que tragamos la fusión Caja España-Caja Duero, ni la última estimación de Vestas, que puede tambalear los cimientos económicos de tres mil empleos futuros, que ahí es nada. Cansada de políticos y satélites de los mismos, permítanme que vuelva a un asunto ya añejo: el tema de la energía. No invocaré las palabras machaconas del señor Álvarez Areces, que parece que haya diseñado en persona el tendido Sama-Velilla, lo que lo acuna con amor de madre. No. Hoy serán las eólicas las que entren en juego, pues mucho se apuesta con ellas.

En su Estrategia Regional de Desarrollo Sostenible (2009-2014), la Junta de Castilla y León apuesta por el desarrollo de esta forma de energía limpia, sobre el papel por instalar 10.000 megavatios hijos de Eolo, impulsar la energía solar hortofrutícola, mediante la implantación de 265.000 metros cuadrados de captadores, y no se olvida de plantas de biomasa, minihidráulicas y demás. En resumen, supuestamente potenciar lo nuestro para depender menos de «lo de ellos». Mas, ¿qué es lo nuestro? De entrada, las eólicas de Castilla y León no compran sus componentes en esta bendita autonomía, y ahora ciertas decisiones amenazan un futuro que se prometía esperanzador.

El alcalde de Villadangos denuncia la situación, exige apoyo gubernamental, y, sobre todo, que se reconsideren posturas, algunas de ellas también madrileñas, como la directriz ministerial de industria que, bajo la excusa del equilibrio entre las comunidades hispanas, en la práctica ha detenido muchos proyectos de nuestra tierra, y me refiero a la leonesa. Vestas ha supuesto un buen revulsivo económico para la provincia. Su instalación en Villadangos y las expectativas de todo lo que genera a su alrededor, han aportado algo de aire a la provincia. No olvidemos que las cifras del paro registradas en febrero del 2010, según los datos del Inem, alertan que 38.432 trabajadores se encuentran a la espera de una oportunidad de reintegrarse al mercado laboral. Las barreras administrativas a las eólicas han traído como resultado una reconsideración de posturas por parte de algunas empresas lo que, en la práctica, supone un nuevo riesgo para las expectativas leonesas. Especialmente duro en El Bierzo, donde los trabajadores llevan meses peleando por lo suyo.

Pretenden echarle la culpa a los ecologistas, que manda narices el tema, cuando son los únicos que llevan meses impidiendo el desmán de la Sama Velilla. Pero la auténtica responsabilidad recae en la administración, que no examina sus errores en política energética si trata de solventarlos mediante puestas en común entre las taifas y el califato. En último extremo, que a la hora de buscar culpables, siempre la pena recae en el más débil: el contribuyente. De momento, en Castilla y León 196.489 familias, cifra redonda semejante a la población de la provincia de Zamora, aguardan por soluciones. Casi cuarenta mil de ellas leonesas.

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