Diario de León
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Panorama | antonio casado

Tanto en las reacciones oficiales del presidente de la República, Nicolás Sarkozy, como en las de su embajador, Bruno Delaye, en relación con el asesinato de un gendarme francés a manos de un etarra, se pone de manifiesto que España es una democracia. El detalle es revelador. No es que ellos lo pongan en duda, pero son conscientes de que en una parte de la opinión pública francesa, cada vez menor, eso sí, aún se percibe la inercia histórica de un lugar común: los españoles son incapaces de convivir. Sarkozy y el embajador se han sentido en la necesidad de desmentirlo para salir al paso de quienes, en su país, por otra parte, todavía creen que Eta es un grupo separatista cuyo ideario político es reprimido por las autoridades del Estado. Y esa es la razón de la relativamente tardía implicación de los gobiernos franceses en la lucha antiterrorista de las autoridades españolas. Contra una banda de desalmados que nos agobia desde hace casi medio siglo. Sin embargo, la opinión pública francesa siempre se lo tomó como un problema exclusivo de España, como una manifestación más de la secular incapacidad para convivir de quienes vivían al otro lado de los Pirineos. Esto ya no es así. Al menos en lo que se refiere a los gobernantes franceses. El sur del país ya ha dejado de ser el «santuario» de la banda terrorista que había sido en los años setenta y ochenta del siglo pasado, aunque un sector minoritario de la izquierda francesa se resista aún a dejar de ver a los etarras como activistas políticos.

El panorama ya había empezado a cambiar el 29 de marzo de 1992, con la espectacular operación de Bidart, en la que fue detenida la troika dirigente de Eta (Artapalo) gracias a la colaboración de la policía francesa con la Guardia Civil. Hoy por hoy el nivel de complicidad político, policial y judicial con el país vecino es muy difícil de mejorar. Puede decirse que el frente antiterrorista hispano-francés está mejor que nunca y basta fijarse en la contundencia de Sarkozy («No habrá piedad con Eta») para hacerse una idea. Otra cosa es, como queda dicho, la forma de percibir el problema no por los gobernantes sino por la opinión pública. Es verdad que, después de la muerte del gendarme Jean Serge Nèrin, los franceses ya tienen la prueba de que la amenaza de Eta también va con ellos los franceses. No era la primera vez que la banda disparaba contra policías galos pero es la primera vez que lo hace con resultado de muerte. Y eso ya son palabras mayores, en el sentir de las capas populares. En los funerales de Estado por el agente muerto, previstos para este martes, estará presente el presidente del Gobierno español, según acertadísima decisión. El mismo día del atentado, Zapatero dijo en el Congreso que sentía la muerte del policía galo «como si se tratara de un miembro de nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado». Estoy seguro de que ha interpretado el sentir mayoritario de los españoles.

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