El naturalista
Burro amenazado | pancho purroy
A la muerte de don Miguel Delibes ha sucedido un torrente de méritos: hombre cabal, genio del lenguaje llano, cazador responsable, intelectual comprometido y tantos otros dedicados por la multitud que le quiere. Habría que añadir el de naturalista, conocedor de la vida en el campo, tanto o más que Félix Rodríguez de la Fuente o José Antonio Valverde, vallisoletano fundador de la Estación Biológica de Doñana, como muestran sus novelas. En Mis amigas las truchas , describe las querencias de las pintonas: -Los entendidos dicen que las truchas, como los pájaros, disponen de sus territorios y refugios, de tal forma que, cuando por fas o por nefas, un pez desaparece es inmediatamente sustituido por otro. Observa el bajón del patrimonio verde: -Augusto Fernández, pastor, como naturalista nato ha ido observando, año tras año, el decrecimiento de la fauna silvestre, la progresiva contaminación de la naturaleza. «Antaño la oveja tomaba la atmósfera del clima, ahora qué sé yo como respira», relata en Castilla habla. La imagen de la rabona encamada es un lujo: -La liebre, como las casas del pueblo, en prodigioso mimetismo, formaba un solo cuerpo con la tierra ( Las ratas ). En Diario de un cazador late su vocación innata: -Decía mi padre, y con razón, que para cazar perdices en Castilla, no hacen falta más que piernas y que el conejo, en cambio, no es caza ni tiro, sino tenazón. Le sobran recursos de ornitólogo y cazador ( El libro de la caza menor ): - ¿Pero más bichos? ¿Y aún dice usted que hay poca caza? -Calle la boca, muchacho. Todavía voy a hacerle gracia del tordo, la chorla, la laguneja y hasta de la becacina.
-Germán, el Tiñoso, sabía que los tordos, los mirlos y los malvises, al fin y al cabo de la misma familia, aguardaban mejor que en otra parte en las zarzamoras y los bardales, a las horas de calor. Para matarlos en los árboles o en la vía, cogiéndolos adormilados, había que madrugar ( El camino ).