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León

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El rincón | manuel alcántara

Los Ayuntamientos, más o menos excelentísimos, están en las cuerdas, cosa que quizá pueda darles una idea a los alcaldes por cuyos ocupadísimos cerebros merodee la idea de ahorcarse. El petardo inmobiliario que sonó al mismo tiempo que la crisis, puestos a hacer cuentas, arroja una deuda municipal conjunta de 35.000 millones de euros. Un capital impagable a cuya cabeza, como no podía ser menos, está la capital de España. Madrid debe 7.000 millones, pero hay 30 municipios, entre mayores y más chicos, que «allegados son iguales», ya que ninguno puede pagar sus deudas, que son superiores a los 3.000 euros por cabeza o por estómago que deben sus habitantes. Que nadie pregunte a qué se debe esto, sino a quién. Nos hemos creído que el Estado, al ser una abstracción, no es nadie, ni nada, sólo una esencia o una invisible tensión que organiza la vida comunitaria misteriosamente y responde de todo, al margen de la conducta de los ciudadanos. Preocupados por nuestras trampas particulares, que superan a las de las películas de Fu Manchú desdeñamos las trampas estatales. ¿Cómo hemos llegado tan lejos? Tampoco hay que interrogarse: simplemente no parándonos nunca. Pidiendo y pidiendo. Ahora los municipios pretenden hacer un imposible ajuste con despidos y subidas de impuestos, pero ha habido muchos regidores a los que les faltaba un tornillo, en la misma proporción que les sobraban cómplices dedicados a la construcción. En los pueblos se nota mucho, sobre todo en los del litoral, que están ahogados. Hay 80 excelentísimos Ayuntamientos que no tienen ni un puñetero euro después de colocar a sus parientes más próximos y a sus amigos más íntimos, o sea, a los que conocían sólo de vista, pero eran del mismo partido, ya que en caso co ntrario no hubieran estado en el mismo mitin, ni portado la misma banderita.