Diario de León
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Al día | fernando jáuregui

Los ex son siempre un peligro: nunca falta la oportunidad de que el Aznar, el González o el antiguo ministro despechados, molestos, irritados o, simplemente, deseosos de volver al antiguo protagonismo, larguen una patada al que ahora está en el sillón. Y es que nadie soporta el éxito, o la simple libertad de movimientos, del sucesor, de quien ahora está sentado en la poltrona que él ocupó. No falla: el resentimiento del ex hacia quien le sucedió es inexorable, implacable, inevitable. Véase el caso de Aznar con Rajoy. O el de Felipe con Zapatero. O el del quizá injustamente defenestrado Jordi Sevilla. O tantos otros, que han alcanzado mayor o menor resonancia. El último caso, el de Jaime Mayor Oreja, que fue un buen ministro del Interior (a mi entender) y se ha convertido en un político excesivamente rupestre, siempre según mi modo de ver las cosas.

Mayor, que ha perdido la partida frente a las tesis más moderadas de Rajoy, quien fue designado -˜digitalmente-™ sucesor de Aznar en competición con otros dos nombres (el del ex ministro del Interior entre ellos), ha dicho, nada menos, que «los proyectos de ETA y de Zapatero son aliados potenciales», porque ambos «pretenden debilitar a España». Demasía entre las demasías, injusticia patente: por muy mal que Zapatero haga las cosas, que las hace, lo que, desde luego, no puede considerársele es aliado, ni potencial ni real, de la banda del terror a cuyos dirigentes sucesivos ha puesto entre rejas. Ni tampoco se le puede llamar antipatriota, por mucho que haya errado en el camino.

No es esa la crítica que reclama una situación especialmente delicada, ni es el resentimiento o la ceguera, cosas que puedan darse incluso en alguien tan perfectamente respetable como Jaime Mayor, lo que debe mover la actuación política, y menos aún motivar unas declaraciones ocasionales, que a las pocas horas serán titulares para el oprobio.

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