Babieco y cazurro
Se emperra Sócrates Valdueza en que el gentilicio de Babia jamás fue babiano, sino babieco, cosa que en la comarca no gusta lo más mínimo, aunque fuera en su día lo propio. Babieca se llamó la potra del Cid, que era mucha potra aunque le digan caballo, y la gracia de un poema castellano la inmortalizó. Los caballos de Babia tenían sobradas razones para la fama y las mesnadas reales venían a buscar aquí o en Burón su mejor provisión de monturas, de la misma forma que el emperador Antíoco IV descubrió en estos nortes astures y cantabrones la impensable resistencia para la brega de los caballos asturcones, menudos de traza y briosos como ninguno, y con un hato de ellos se presentó en su desfile triunfal en Roma creyendo haber descubierto la panacea equina en este todoterreno militar.
El problema de babieco es que comporta un cierto tono despectivo como tantas palabras que acaban en «eco», aunque sobran gentilicios con este sufijo: checo, sueco, guatemalteco, patuleco, morueco, zacateco... La primera referencia a cómo se denominaba lo que era original de esta montaña leonesa fue precisamente esa Babieca campeadora. ¿Pero quién, cómo y cuándo se decidió cambiarla por babiano o babiana? ¿Quería sacudirse el significado que pudiera tener babieco por estas tierras o en Hispanoamérica, donde aún se usa para nombrar al tipo bobón o al que babea al comer? Sin embargo, para quien desconozca el término, lo de babiano es palabra que suena en sus principios a baba o babiar y termina además de culo con un ano poco honesto que tampoco gusta a los viejos babiecos (también el pucelano lleva la penitencia en su pecado). Otra cosa hubiera sido babiense (que sería lo más propio según el criterio de la Real Academia a la hora de fabricarse un gentilicio) o quizá babieño. También pudo ser babiecho, babietxu o babiello por la inmediatez de Babia con el patxuezu lacianiego y el bable asturiano. Teniendo encuenta, además, que nadie «se» llama, sino que «le» llaman, acéptese y rehabilítese babieco por su fuerza y singularidad. Me reñían hace años por llamar cazurro a lo leonés y ahora, ya ves, es palabra bandera con orgullo de grada. En fin, que es mejor llamártelo que te lo llamen.