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Así queda la nueva ley del aborto en España

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León

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Tribuna | Santiago González Fernández

jurista

El 24 de febrero pasado, el Senado aprobó de forma definitiva la reforma de la ley del aborto, que introduce en España un sistema de plazos y consagra la libre disposición de la mujer sobre el feto. La ley entrará en vigor a los cuatro meses de su publicación en el BOE. Voy a intentar aquí resumir las principales innovaciones de la reforma, tras los últimos retoques.

Primera. De delito a derecho. En la ley vigente, de 1985, el aborto es un delito despenalizado en tres casos: si el embarazo supone un grave peligro para la salud o la vida de la mujer, si es probable que el feto nazca con graves taras físicas o psíquicas, o si el embarazo es fruto de una violación. Ahora, con la nueva ley, el aborto pasa a convertirse en un derecho jurídicamente exigible y con financiación pública.

Segunda. Libre disposición sobre el feto. Al reconocerse el aborto como un derecho de la mujer, se elimina la ponderación entre la libertad de la madre y la protección de la vida del feto que exige el Tribunal Constitucional. La reforma también hace caso omiso del principio que reconoció expresamente el Tribunal Constitucional: la vida del «nasciturus» (el que va a nacer, por si alguien no se aclara) es un bien jurídico que goza de protección constitucional (véase, entre otras, la Sentencia del TC 53/1985, de 11 de abril, convertida ya en «papel mojado»).

Tercera. Aborto libre hasta las 14 semanas. En este período del embarazo, la mujer puede abortar sin dar explicaciones a nadie y sin necesidad de autorización. Esta es una de las consecuencias derivadas de la eliminación del sistema de indicaciones. La pregunta que muchos nos hacemos es: ¿y qué diferencia hay entre un feto de 14 semanas y otro de 13 semanas y seis días de gestación? Dudo que alguien con solvencia científica pueda contestarme a esto. ¿Me ha oído, Sra. Aído?

Cuarta. Hasta la semana 22. Entre la semana 14 y 22 de la gestación, la mujer puede abortar en caso de grave riesgo para su vida o salud (con un dictamen emitido por dos médicos especialistas, del que se puede prescindir en caso de urgencia), o si el feto padece graves anomalías. Como el riesgo para la salud de la madre ha sido hasta ahora el «coladero» para el aborto a petición, en la práctica podemos afirmar que el aborto libre se amplía hasta las 22 semanas del embarazo.

Quinta. Después de la semana 22. También hay aborto legal hasta el final del embarazo si hay malformación incompatible con la vida del feto o éste padece una enfermedad de extrema gravedad e incurable. En el primer caso, se requiere el dictamen de dos médicos especialistas distintos del que practique el aborto. En el segundo, el diagnóstico deberán confirmarlo tres médicos.

Sexta. Las menores de edad con 16 y 17 años. La decisión de abortar corresponde exclusivamente a ellas, pero al menos uno de los representantes legales (padre, madre o tutor) ha de ser informado. Ahora bien: se prescinde de la obligación de informar si las menores alegan que esto les puede acarrear un «grave conflicto». Conclusión que saca un servidor: la ley prohibe fumar hasta los 18 años, pero permite abortar con 16 años. ¡Qué cosa tan tremenda y horrible debe ser ir «comprando papeletas» para que te pueda tocar un cáncer de pulmón! Al menos, comparado con un sencillo y vulgar aborto de una jovencita que pudo haber tenido un pequeño desliz quizás una loca noche de verano...

Séptima. Objeción de conciencia. Se limita a los profesionales directamente implicados en el aborto. Además, la ley establece que los objetores deberán ejercer su derecho de forma individual, por escrito y justificada. Y las Facultades de Medicina y las Escuelas de Enfermería tienen obligación (así, como suena) de enseñar en sus aulas a practicar abortos. Hasta donde yo sé, al menos las Universidades de Navarra y la San Pablo CEU han hecho públicos sendos comunicados diciendo que por ahí no pasan. Alegan algo así como que tienen la obligación moral de rebelarse en conciencia contra una ley que consideran injusta. Eso se llama insumisión civil ante una ley aprobada por el Parlamento. ¿Qué va a hacer el Gobierno con estos señores? Está por ver cómo acaba esta fiesta.

Octava. Educación sexual. A partir de los 11 años, los alumnos de primaria y secundaria recibirán clases de «salud sexual y reproductiva». He de confesar que todo lo relacionado con la salud suena bien, aunque algunos llaman a esto «perversión del lenguaje». Humildemente pienso que mejor que un padre o una madre no te va a enseñar el profe de turno cómo se pone el preservativo. Pero en fin, todo lo que sea por ganar en salud... Y novena. Anticonceptivos gratis. La sanidad pública financiará total o parcialmente los anticonceptivos de última generación (esto es como lo de los móviles, siempre todo de última generación, para estar al día de lo más puntero siempre, no vaya a ser que se rompa la gomita y tengamos un problemilla). Las personas de escasos recursos podrán obtenerlos a cargo de la sanidad pública. Bueno, sólo comentar aquí que cada vez oigo a más políticos hablar de que faltan niños y jóvenes, de que la población envejece, de que tenemos problemas de escasez poblacional en ésta y aquella zona, de que a ver quién va a trabajar mañana para pagar las pensiones de los que curramos hoy, etc, etc. ¡Oiga, que no se puede todo en esta vida, que los placeres siempre han tenido un precio! (¡Y más algunos!).

Pues esto es lo que hay, así que al que no le guste que se jorobe, que para eso vivimos en democracia. Pero por si algún «retrogradillo» no entiende el mundo en que vivimos, para que no se desespere quiero acabar este artículo dándole las gracias a mi mamá, por haber tenido el coraje de traerme al mundo y de luchar para sacarme adelante; al difunto Miguel Delibes, por su valiente defensa de la vida del niño concebido y no nacido, desenmascarando lo que él llamaba falso progresismo; y al señor ése que se hace llamar Benedicto XVI, por haber dejado escritas estas palabras, que cito textualmente: «Puesto que Dios es esencialmente vida, le correspondemos comprometiéndonos en favor de la vida, luchando contra el dominio de la muerte ante todas sus emboscadas; en una palabra: entregándonos al servicio de la vida en su sentido más pleno, al servicio del reino de la verdad y del amor». Ahí queda la cosa.