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León

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Canto rodado | ana gaitero

Dijo Miguel Torga que lo universal es lo local sin fronteras. En aquellos tiempos llamados la Transición en el diario Pueblo publicaba Sabino Ordás (seudónimo del trío José María Merino, Juan Pedro Aparicio y Luis Mateo Díez) que pulió la sentencia del escritor y médico transmontano: «Lo universal es lo local sin complejos».

Ciertamente hay que poner en valor muchos valores locales como universales y sin complejos. Desde el paisaje a la sabiduría popular atesorada durante siglos y asentada sobre la experiencia. Para moverse en el mundo globalizado es necesaria la brújula del terruño.

Pero León sufre sarpullidos de localismo y provincianismo, alentados por los rifirafes políticos. Para empezar, es una provincia que funciona como dos: una del Manzanal para acá y otra del Manzanal para allá. José María Aznar, que vendió la comarcalización del Bierzo, ganó una gran baza para el invento de Castilla y León con esta ley excepcional. León quedó debilitada como provincia y cerró la puerta a un modelo de comarcalización.

La Diputación es incapaz de defender los intereses provinciales, está obsoleta aunque Isabel Carrasco haya puesto a la última el mobiliario del Palacio de los Guzmanes y se universalice en Argentina. Los líderes comarcales se ven abocados a enrocarse en sus peñascos como ahora el alcalde de Cistierna, Nicanor Sen, en las alegaciones a la ordenación territorial de la Junta que auna la montaña oriental leonesa con la occidental palentina. Y sin el apoyo de su partido que anda sobrao de alcaldes, alcaldesas y demás familia.

Quizá es hora de traspasar fronteras y cooperar. Hay modelos: el Ninfa -”144 municipios de León y Palencia unidos en torno a la pesca como recurso turístico y sostenible-” o lo significó Artecampos en las tres provincias que comparten Tierra de Campos.