Diario de León
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El rincón | manuel alcántara

No siempre hay que hablar, aunque el periodismo depende de la actualidad, de los golfos de levita que han contribuido a arruinar a España, ni de las propuestas, más o menos ilusorias, del Banco de España que pretende ponerle remedio al desastre. Estamos en Semana Santa, lo que nos hace pensar a todos los que la presión de capirotes no nos impida tan recomendable ejercicio, cómo sería la humanidad sin abandonar algunas de sus emocionantes tradiciones para inaugurar otras nuevas.

Está claro que necesitamos ídolos, pero quizá nos baste con los que hemos ido acumulando. El infinito desvalimiento del ser humano sigue propiciando nuevos cultos y hay improbables reliquias del Santo Grial o del peñasco que le sirvió de almohada a cualquier santo varón que se vio obligado a llevar una vida extraordinariamente austera, como corresponde a los países donde llueve poco. No sólo en la Biblia, donde no se ríe nadie, sino en Las Vegas, donde todo el mundo se la juega, se está subastando la jeringa con la que inyectaron Protofol a Michael Jackson, el genio convulso que quería tener la piel blanca. Ha evolucionado la consideración de las reliquias, pero seguimos siendo fetichistas. Conservar los objetos que trataron las personas que nos sirvieron de ejemplo, o bien de distracción, ha originado un nuevo culto. La jeringa que acabó con la absurda y gloriosa vida del cantante puede alcanzar cinco millones de dólares en las subastas. No se sabe qué precio alcanzarían en las ferreterías sacras los clavos de Cristo o las babuchas de Mahoma, pero se andarían por ahí, por ahí.

Necesitamos reliquias. Yo tengo un reloj Longines de plata, del año catapún, de un abuelo que murió con noventa y muchos años. Yo creía en él porque me llevaba a los toros.

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