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León

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Crónicas bercianas carlos fidalgo

Ya cunde en toda Castilla/ la rebelión comunera./ Comunes el sol y el viento, / común ha de ser la tierra,/ que vuelva común al pueblo/ lo que del pueblo saliera.

Los versos son de Luis López Álvarez, poeta nacido en La Barosa, Carucedo, muy cerca de la frontera con Galicia, pero criado en Valladolid, y forman parte de un romance escrito en pleno siglo XX. Los Comuneros , se titula, y es una revisión, si no un rescate, de la histórica revuelta contra el rey Carlos I que levantó en armas a las ciudades de Castilla y de León en el año de 1520. Pocos han hecho más que él, un leonés de nacimiento, un berciano, casi un gallego, para dotar a una comunidad autónoma como Castilla y León, que cose dos regiones históricas, de un trasfondo real más allá de los caprichos de la política. Su romance ha calado en la música tradicional, con una versión del Nuevo Mester de Juglaría, y en la más moderna, con el grupo de rock Lujuria. Y eso, y las reediciones de sus versos, demuestran que su poesía esta viva y trasciende.

Pero Luis López Álvarez es algo más. Todavía más. Es, como dicen por aquí, un berciano universal. En la posguerra dejó el Valladolid que compartía con Paco Umbral para vivir en París, a la sombra de Salvador de Madariaga, y participar en el movimiento europeísta. Y de París, ejerciendo de periodista radiofónico, se trasladó al Congo, donde en Brazzaville acabó por involucrarse en el movimiento descolonizador de África, respaldando al que llegó a ser primer ministro, Patrice Lumumba, antes de que lo asesinaran. Expulsado del Congo, acabó trabajando como funcionario de la Unesco y eso le dio pie a volcar sus esfuerzos en la integración de América Latina. En los últimos años, este berciano, leonés y castellano, hombre de mundo por encima de todo, ha hecho carrera en la Universidad y a sus ochenta años es catedrático de la de Puerto Rico. Y ha seguido editando poesía; desde Las Querencias , hasta El amor en tiempo de Acuario , el último poemario, si no me equivoco, que ha publicado en España.

Hace dos semanas, su pueblo natal le colocaba un monolito y el Instituto de Estudios Bercianos le dedicaba sus Jornadas de Autor, situándole a la altura de Antonio Pereira, de Raúl Guerra Garrido, de Ramón Carnicer y de Valentín García Yebra. Con semejante trayectoria, no me viene ahora a la cabeza ningún nombre que le pueda hacer sombra a Luis López Álvarez, aspirante a recibir el Premio Castilla y León de las Letras. Esperemos que este año el jurado devuelva común al pueblo/ lo que del pueblo saliera, y no se deje cegar por el sol castellano.