Diario de León
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Aquí y ahora | julia navarro

Llego de vacaciones y me pongo a repasar los periódicos atrasados y de repente me doy de bruces con unas declaraciones que me dejan muda. El juez Serrano maneja estadísticas que, según él, demuestran que muchos hombres acusados injustamente terminan suicidándose. A esto le llama genocidio y se queda tan campante. No sé yo cómo califica entonces las cámaras de gas de la Alemania nazi o los crímenes de los jémeres rojos por no ir más lejos. Genocidio es una palabra demasiado trágica para utilizarla con tanta frivolidad.

Vaya por delante que no seré yo quien niegue que puede haber mujeres que acusan falsamente a sus parejas de sufrir maltrato por venganza o por lograr mejores condiciones a la hora de negociar un divorcio. Seguro que hay mujeres así, pero también es seguro que son muchas menos que las que desgraciadamente pierden la vida a manos de sus parejas. Y no sólo la vida. También las han quitado la dignidad, la esperanza, la alegría, la razón de vivir.

Claro que hay mujeres que mienten y acusan en falso a sus parejas, negarlo sería una estupidez, pero aún me parece peor el empecinamiento del juez Serrano para denostar la ley contra la violencia de género y sobre todo el que pase de puntillas sobre lo que es una evidencia y es que a lo largo de la historia han sido mayoritariamente mujeres las que han sufrido malos tratos, torturas físicas y síquicas y hasta la muerte, a manos de sus parejas. El que haya mujeres que utilizan torticeramente la ley contra la violencia de género no invalida la necesidad de esta ley. Son los jueces y fiscales los que deben de velar por la veracidad de las denuncias. Y, por favor, una cosa es denunciar que haya denuncias falsas y hombres que son víctimas de esas denuncias y otra decir que se está produciendo un genocidio de hombres. Hay palabras con las que no se debe de jugar nunca. Y mucho menos un juez.

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