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Publicado por
León

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En blanco | fermín bocos

L a corrupción es a la política lo que la filoxera a la vid. Si ésta devora las cepas, aquella mina la confianza en los políticos. Cuando los indicios de corrupción cercaban a determinados políticos del PP -”los Matas, Bárcenas, Fabra, Galeote, etcétera-”, a la dirección de este partido le falto cuajo para cortar por lo sano. Han esperado hasta que los indicios se han transformado en una montaña de evidencias. En este asunto, al ponerse de perfil, Mariano Rajoy se está equivocando. Parece que mira demasiado las encuestas; los sondeos que pronostican una ventaja notable del PP respecto del PSOE. Pero, aunque así fuera, aunque los ciudadanos abrumados por la crisis, el paro y la ineficiencia de Zapatero decidieran cambiar de inquilino en La Moncloa, no por eso los casos de corrupción quedarían indultados. Ni aún en el supuesto de que el PP obtuviera la mayoría absoluta, porque en un Estado de Derecho las mayorías absolutas no son absolutorias.

Debería, pues, meditar el líder de la derecha porque lo que está en juego es su credibilidad. En los días del crepúsculo de la gobernación de Felipe González, cuando las filesas y los roldánes mellaron aquél melancólico eslogan: «PSOE: cien años de honradez», José María Aznar, sentenció que «el Partido Popular era un partido incompatible con la corrupción». Años después, ya en la presidencia, Aznar se olvidó de repasar la lista de invitados a la famosa boda de El Escorial. Correa era uno de ellos. Y Bárcenas, el tesorero, sigue teniendo despacho en la sede del PP. ¿Qué teme Rajoy del senador Bárcenas como para mantenerlo con despacho en Génova 13? Si Rajoy está tan tranquilo como dice Dolores de Cospedal que lo está, Bárcenas no debería seguir ni un minuto más en la sede del Partido Popular. En este asunto, al margen de lo que sentencien los jueces, Mariano Rajoy se juega su credibilidad.