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León

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Al trasluz | eduardo aguirre

Ayer se celebró el Día de la Diversión en el Trabajo. La ocurrencia la hemos importado del mundo anglosajón, y los españoles nos hemos sumado a ella con el lema «el humor es un paraguas ante la adversidad». Dado el temporal, se agradece. Mi querida amiga Susana Vergara me recordaba hace poco que en la redacción de Lucas de Tuy yo aparecía cada día por la puerta diciendo: «Buenos días a casi todos». Es cierto, y desarrollé variantes más locuaces de ese saludo, de las que mi preferida era: «Buenos días a unos sí y a otros no, pero no me hagáis entrar en detalles, que me conozco», todo ello espetado mientras colgaba la gabardina en la percha, en algo parecido a un monólogo shakesperiano con toques de Mihura. Se trataba de una broma, claro, pues como es sabido, toda redacción es un oasis de paz, fraternidad y osos amorosos, en la que es impensable que haya alguien al que no estuvieras dispuesto a cederle tu flotador en un naufragio, o a dejarle las llaves del coche nuevo. Siempre he disfrutado allí donde he trabajado; sentirlo como una maldición bíblica no va conmigo, aunque eso no significa que si me tocara la lotería no diese algún corte de mangas, más que nada porque liberas toxinas. Pero, tu centro de trabajo puede ser también un olimpo de diversión, pese al compañero trepa, al jefe ogro y demás variantes del suplicio. Por ejemplo, el próximo lunes, todos quienes son del Real Madrid se sentirán felices al toparse con los rostros cabizbajos de sus compañeros culés. Ah, un momento así justifica por sí solo toda una vida luchando por un quítame allá ese trienio. ¿Y si pierde el Real Madrid?, puede preguntarse algún lector, con ganas de incordiar. Pues entonces, más de uno nos repetiremos, ya desde la ducha: «¡Odio los lunes, qué ganas tengo de jubilarme!».

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