Diario de León
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Al día | fermín bocos

La noticia de que la Universidad de Valencia ha permitido el trastoque en conferenciante de un antiguo terrorista de «Terra Lliure», un asesino condenado a 48 años de prisión -de los que cumplió 11-, provoca repulsión. Repulsión y, al mismo tiempo, desolación por lo que tiene de síntoma de pérdida de criterio respecto de la frontera que separa el Bien del Mal. Porque de eso se trata. Permitir que un individuo que fue capaz de arrebatar la vida a varias personas pueda retorcer la Historia explicando a una audiencia estudiantil ignara que aquellos crímenes fueron perpetrados en nombre de una organización que «pretendió articular una organización de propaganda armada en el período de la Transición, para vertebrar un movimiento independentista fuerte», es esolador. Me pregunto sí es que en la Facultad de Geografía e Historia no hay un solo docente decente y sin miedo capaz de salir al paso de semejante vileza explicando a los estudiantes que según quedó probado en sentencia de 1977 de la Audiencia Nacional, el conferenciante (Carles Sastre) asesinó de una manera atroz a José María Bultó, un industrial barcelonés. Le colocaron una bomba en el pecho, sujetándola con cinta adhesiva, de manera que al explotar cizalló el cuerpo de la víctima. Sastre también fue acusado del asesinato de Joaquín Viola, ex alcalde Barcelona, y de su esposa. El arma del crimen fue idéntica: una bomba-escapulario que destrozó sus cuerpos. La banalización del mal, la indiferencia ante el crimen proclamado de raíz política no es un hecho del pasado. Tomen nota los organizadores del curso de Valencia porque -”y no es una ironía-”, el ciclo de conferencias fue convocado bajo el epígrafe «Recuperem les arrels» («Recuperemos las raíces») y con el lema: «Construïm el futur» («Construimos el futuro»). Ya digo, repulsivo.

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