Diario de León
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El aullido | luis artigue

U no vuelve de vez en vez a esos viejos vicios con los que ama la vida», reza el dicho clásico. Y en mi caso, además de los libros, mi mejor vicio son las tapas-¦ ¡Por eso el Barrio Húmedo es uno de mis paraísos!

Estamos en efecto de tapas de bar en bar por las callejas intestinales del paraíso, y en unos de sus templos -La bicha- aparece un matrimonio de abuelotes japoneses con personalidad proteica. Nos abordan con un chato sostenido en la mano al modo de quienes están acostumbrados a probarlo todo a pequeños sorbos. El castellano de ella es prometedor, el de él notable. Acabamos de jubilarnos, hemos pasado tres meses en Andalucía y ahora venimos a conocer el norte, dicen con una desinhibición encantadora. Ante la pregunta de dónde han estudiado nuestro idioma, confirman que en Tokio... Japón es más o menos una colonia de Estados Unidos, con las filias y las fobias de los yankis, con su misma superioridad moral y con su miedo al otro. Y a nosotros nos fascinó siempre por eso un país como España en el que convivieron tantos siglos cristianos, judíos y musulmanes. ¿Pero ustedes a qué España han venido -me pregunto y les pregunto-? Y saco el efervescente tema del velo en nuestras escuelas. ¡Nada a veces como quien lo ve todo desde fuera para tomar perspectiva! Me quedo con dos frases de esa pareja adorable: «España no es racista sino clasista pues en el sur bien hemos visto que no hay ningún problema con los moros millonarios sino sólo con los pobres», y «lo que tiene que quitar el velo no es la ley sino la educación».

Ciertamente en cuanto al debate sobre el velo en nuestras escuelas, teniendo en cuenta que el fenómeno de la inmigración resulta imparable, acaso deba ir a la raíz y plantearse si preferimos convivencia e integración, o que el distinto sea como nosotros y sino viva aquí en guetos urbanos. La religión islámica, ya se sabe, procede de un tronco primigenio compartido con la judía y la cristiana, y de hecho reminiscencias como las del velo quedan en las otras dos religiones citadas (vale a tal efecto recordar el hábito de las monjas católicas). Pero, en mi opinión, en un país libre y laico como el nuestro el del velo no ha de ser un debate religioso sino uno sobre nuestro modelo de convivencia.

Ya conocemos los frutos de las imposiciones. Si la ley general prohíbe con intransigencia el velo probablemente las muchachas islámicas no estudiarán. Y sin la educación, que precisamente se define como un instrumento civilizador que quita velos mentales y promueve la convivencia, la integración será más difícil y la radicalidad por ambas partes emergerá con más facilidad.

No resulta nada fácil permitir que nuestra mente se abra a lo distinto -”lo cual no implica indiferencia por nuestros valores propios sino que se trata de un modo humanista de reafirmarse en ellos-”, pues la inclinación del alma humana es hacia que el fuerte imponga al débil, con paternalismo o violencia, sus usos, costumbres, y creencias. ¡Pero eso es cortoplacista y funciona socialmente mal! Todo irá mejor si todas y todos van a la escuela. Lo que puede quitarnos el velo mental a todos es la educación... Jefe, ponga otra ronda y a los japoneses no les cobre, por favor.

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