Diario de León
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Burro amenazado | Pancho purroy

S iempre nos ha gustado llevar objetos mágicos, protectores, que nos libren de enfermedad y mala suerte. Quizás sean los negros del Caribe los más amigos de talismanes. El suyo, preciadísimo, lo llaman obi, palabra derivada del castellano antiguo, en la que nobi, era el profeta, de acuerdo con la herencia árabe. El mago y la magia, en Jamaica, son obiman, seres que compiten con médicos y farmacólogos, capaces de embrujar a la gente o de consumirla mediante la enfermedad de la languidez y la vagancia. El obi se compone de barro de sepultura, cabellos de mono, dientes de tiburón, de rata y de piraña, sangre de murciélago, plumas de cuervo, cáscaras de huevo, figurillas de cera , corazones de colibríes, raíces y plantas alucinógenas desconocidas por los europeos. Algunas de estas mezclas son hundidas profundamente en la tierra o se cuelgan en el dintel, siempre cerca del que tiene que sufrir el encantamiento. Para hacerlo más temible se recitan imprecaciones y conjuros en las noches de luna llena. El conocido bandido, Jack Tres Dedos, negro ladrón que aterrorizó Jamaica a finales del siglo XVIII, llevaba un obi hecho con la punta del cuerno de un macho cabrío, rellena con una pasta de polvo de tumba, piel de sapo, grasa de mujer y sangre de un gato negro.

Los navajos llevan encima el zuni, figurilla tallada, de piedra negra, con la imagen de un oso, un águila o un lobo, anudada con un cordel y una diminuta punta de flecha, que te otorga las habilidades del animal representado: fuerza si es oso, vista si es águila y resistencia si es el cánido. Ahora volvemos a creer en este tipo de objetos, como en nuestra guerra, con los detente bala, trocitos de tela con la imagen de la virgen del Pilar o la del Carmen, que defendían del tirascazo fatal. Las pulseras del equilibrio, tras la moda ya pasada de las pulseras metálicas que te libraban del reúma, vuelven al ruedo demostrando que la magia, el encanta miento, vende.

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