Se precisa presidente calvo, sueldo a convenir
Irreverencias | C. Chamorro
Po siblemente los calvos son individuos adelantados a su tiempo, avanzados en la escala filogenética, por encima del resto de los humanos. Los esquemas de los antropólogos representan especies homínidas ancestrales, todos ellos -”y ellas, esta sería una fatídica igualdad para el canon estético actual-” cubiertos de pelo. Con el paso del tiempo el progreso ha ido haciendo innecesario, incluso molesto, el pelo. Las rebajas y los grandes almacenes han cumplido su labor en la evolución proporcionando prendas de abrigo como para no necesitar de ese fánero, más allá de algún recóndito rincón corporal que circunscribe su utilidad a un aspecto lúdico-festivo (lo de festivo es por lo distanciado de las fechas de su uso). Así las cosas, la genética evolutiva va haciendo su trabajo desde hace 7 millones de años con el Australopithecus, hace 100.000 años con el Homo sapiens, con algún pelo menos y hace 35.000 el Homo sapiens sapiens (se le añadió un «sapiens» y perdió más pelos). Y en esto llegó Evo. Y hemos vuelto a ganar algún pelo y perder algún «sapiens» en nuestro apellido. El presidente de Bolivia declaró en una Conferencia Mundial (¿de qué mundo?) sobre el Cambio Climático que la calvicie es una enfermedad consecuencia de las cosas que comemos, lo mismo que la existencia de hombres homosexuales, también a causa de comer pollo con hormonas femeninas. Intelectualmente hablando el aserto es irreprochable, a tenor de la especie y subespecie de la que parte. El problema surge en las respuestas que ha tenido. Porque, vamos a ver, la causa de los homosexuales varones ya la descubrió Evo; pero, y la de las lesbianas. Claro, no puede ser por comer pollo con hormonas femeninas. Un destacado Australopithecus ha descubierto que en ambos casos es una enfermedad, pero la comunidad científica se encuentra desconcertada, no por esa verdad irrefutable, sino porque si la enfermedad es la misma, la causa debiera de ser la misma, pero siguen sin cuadrar las lesbianas. Además, estamos ante otro caso de desigualdad, ante el que el Ministerio pertinente no ha dicho esta hormona es mía. A todo esto los colectivos defensores de la homosexualidad están de acuerdo con este descubrimiento, ya que para sorpresa de propios y extraños no han dicho nada.
No obstante, se rumorea que hay individuos en desacuerdo con Evo, que osan considerar a los homosexuales como personas sanas con todos lo derechos y respeto y, lo que ya es más dudoso, a los calvos como seres normales, incluso más evolucionados que los no-calvos. Por eso ya comienzan a reivindicar la necesidad urgente de presidentes de gobierno sin un pelo, ni de tontos ni en la cabeza. A tal fin, obviamente, no nos vale ni Evo, ni Z apatero, ni Rajoy. Urgente: buscamos presidente calvo.