¿Fiesta del trabajo?
Panorama | F. L. chivite
El día internacional del trabajo (o de los trabajadores, supongo que es lo mismo) conmemora una multitudinaria manifestación que tuvo lugar en Chicago el 1º de mayo de 1886. Hace 124 años. Fue el inicio de una serie de protestas y huelgas cuyo objeto principal era reivindicar la jornada laboral de 8 horas. En los días posteriores, hubo mucha represión en las calles, murió un policía y cinco anarquistas (los denominados «Mártires de Chicago») fueron condenados a muerte en un juicio farsa y meses después ejecutados.
Es una jornada que se celebra en todo el mundo excepto, curiosamente, en EE UU. Pero no es del todo una fiesta. Nunca puede serlo del todo, claro. La puesta en escena, por otro lado, suele ser bastante similar en la mayor parte de los países. Me refiero a la estética y al espíritu que anima las manifestaciones, las canciones y las consignas que se corean y el rojo unánime en todo tipo de pancartas y banderas: es sorprendentemente parecido en todos los sitios. Y eso tiene sin duda su encanto. Yo diría que hasta los rostros de los trabajadores que acuden a las convocatorias de los sindicatos en cualquier rincón del planeta adoptan una misma gravedad y se sienten partícipes de una corriente de dignidad común. Aunque sólo sea durante unos breves instantes. En el fondo, hay algo muy emocionante en esta fiesta colectiva.
Supongo que uno se siente conectado a la Historia. Quizá a algunos esto les suene estúpido o incluso estén dispuestos a decir que no lo entienden. De acuerdo. Pero la Historia era algo que tenía sentido hasta hace poco. Y a mucha gente aún le resulta difícil desprenderse de ella. O desentenderse de ella de mala manera. De todas formas, hay años peores que otros. Y entre los peores me temo que está este 2010. Como saben, anteayer mismo se hicieron públicos los datos de la Encuesta de Población Activa del último trimestre confirmando que la tasa de paro en España ha superado ya el 20%. Y eso es una verdadera barbaridad. ¿Fiesta del trabajo? Desde luego, no sé quiénes son o, en último término, quiénes serían los que están ahora en condiciones de celebrar qué cosa. En realidad, da la impresión de que aquí los únicos que tienen algo que celebrar son los especuladores de siempre. Por un momento se habló mucho de que la crisis podría servir para propiciar un cambio en las reglas del juego e introducir medidas para el control de los especuladores. Pero está visto que, de eso, nada.
Respecto a las viejas palabras, Movimiento obrero, Clase trabajadora, Huelga, Reivindicación, Solidaridad, empiezan a tener ya una sonoridad de otra época. No sé. Uno las escucha o incluso se atreve a pronunciarlas de vez en cuando, pero más bien lo hacemos y a en un tono nostálgico. Y como echándolas de menos. Digo yo.