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León

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Crónicas bercianas carlos fidalgo

Todavía me zumban los oídos. El recinto ferial de Cacabelos, que se estrenaba este año albergando la popular Feria del Vino, se convirtió este fin de semana en una trampa de calor y ruidos para los miles de visitantes que acudieron a probar la mencía y el godello del Bierzo, y sobre todo para los bodegueros que durante horas aguantaron estoicamente al pie de sus expositores. El nuevo edificio es amplio, con un techo convado que le da una apariencia de lonja y no seré yo el que le niegue el buen gusto al arquitecto que lo diseñó. Pero la forma de la bóveda, el calor de mayo y la concentración de gente, hicieron difícil disfrutar con un poco de tranquilidad de las propuestas de las 18 bodegas y cooperativas integradas en la Denominación de Origen del Bierzo que participaron en una muestra que hasta ahora venía ocupando la plaza del Ayuntamiento. La feria, que este año ha contado con una representación institucional muy pobre -”ningún consejero de la Junta de Castilla y León asistió a la inauguración y tampoco acudieron la presidenta de la Diputación, ni el presidente del Consejo del Bierzo, que delegó en su vicepresidenta-” se volvió un enjambre de voces, un avispero de gente peleando por hacerse oir que deslució la promoción de los vinos.

Pero peor les fue en Cuatrovientos la madrugada del viernes al sábado. El barrio de Ponferrada, que ha estado celebrando sus fiestas patronales, fue escenario de una tangana entre algunos jóvenes bebedores descontentos con el horario de cierre de los bares y el precintado de las carpas donde también se servía alcohol por parte de la Policía Local. Los más airados, o los más borrachos, recibieron a los agentes con una lluvia de vasos y luego aprovecharon las sillas de las terrazas para plantarse en mitad de la avenida de Galicia y armar bronca.

No hubiera estado de más, siendo la principal fiesta del barrio, un poco más de flexibilidad para dejar que los vecinos alargaran la parranda. Pero no hay argumentos para contradecir al alcalde cuando dice que los agentes sólo estaban cumpliendo la ley. Es cierto, y no merecían el recibimiento que tuvieron.

Lo de Cuatrovientos ha sido una sentada en toda regla. Y el motivo de la protesta no ha sido, no, el aumento del paro, ni el empleo precario, ni la falta de escrúpulos de banqueros y especuladores, ni la guerra de Afganistán, donde siguen combatiendo soldados españoles, ni las desigualdades sociales. Mejor no pensar que la única razón que llevó a esos chavales a sentarse en mitad de la calle es porque les prohibieron un botellón o les cerraron los bares.

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