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León

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Historias del reino margarita torres

Magisterio no nos falta en esto de zurrarle la badana al vecino, vamos: en dar leches. Ocho siglos con el moro, uno con Castilla, guerras con Portugal, Europa y América, el turco, entre nosotros, por un partido de fútbol, una trifulca en el coche o una salida de tono en un bar. Todo vale a la hora de justificar eso de arrearle al vecino. Para no ser menos, la crisis económica nos golpea sin mesura a todos los niveles, incluso fuerza comportamientos absurdos como el ocurrido hace horas en la Bolsa de Nueva York. Tanta imbecilidad escama, pero no se diferencia en el tuétano del hueso duro de roer de las dobles varas de medir, del tira y afloja que castiga al débil para redondear la cuenta corriente del fuerte. La misma que paga la leche, la de vaca, no la de fotocopia de la mano en rostro, a la irrisoria cantidad de 0,27 euros del ala el litro, cuando producirla se estima en 0,36 y llega a las baldas de los supermercados oscilando entre 0,79 y 1,20. Aunque lo más triste del caso es que en el 2008 a los ganaderos se les pagaba entre 40 y 50 céntimos por el mismo litro. Feliz economía la nuestra que alcanza las más altas cotas de la miseria sobre los hombros doblados de los mismos que, durante generaciones, han soportado cual pilares el edificio de este bendito país.

En Castilla y León existen más de 2.300 explotaciones, encabezando todavía hoy el ranking de la producción las leonesas. Hace once años, antes de ayer, en esta misma autonomía el número rondaba el 8.000, lo cual se traduce en un nivel de abandono de aproximadamente unas ochocientas cada doce meses. León, por ejemplo, producía 304 millones de litros en el 2002. ¿Ahora? Que se lo pregunten al ganado que se abandona en los montes, a la marea blanca que empapa las calles como protesta. Primero llegó la mala negociación con Europa para entrar en un selecto club que condenó un sector fundamental en pro de nuestros amigos de la France, luego las perdidas ocasiones de apretar el pescuezo a los chupatintas de Bruselas que juegan con el futuro de miles de familias mientras charlan sobre las belenestébanes de la tierra de cada uno. Europa es una unión de mercado reconvertida a la fuerza en pandi de colegas con miles de años de historia en común, que juega a sus propios intereses nacionales bajo la sonrisa de hacer patria de Occidente. Sin embargo aquí cada uno va a lo suyo, sobre todo el sector lácteo francés, que se frota las manos a través de los bricks de marca blanca y leche vaya usted a saber de dónde en las tiendas españolas, soñando con la pronta aniquilación del vacuno de esta tierra, antaño celebrada y requerida por los mismos productos que ahora se apartan porque hieden a la frágil armonía comunitaria.

Sí, no estaría nada mal, ahora que tanto se habla de los sabores de la tierra que hasta castellanizan quesos de la cantábrica, que alguna mente pensante valorara apoyar de verdad a las cooperativas y crear una marca de calidad capaz de jugar con fuerza en los mercados nacionales e internacionales. Vamos, copiar el modelo de nuestros colegas franceses o alemanes. Basta con acudir al Rincón del Vago económico. Si ya lo conocen, hombre. Animémoslos aunque sea a leches.

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