Diario de León
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El rincón | manuel alcántara

Se trata de salvar al euro, que aunque no le hayamos tratado mucho le hemos cogido un gran cariño. Como todo el dinero desde que los fenicios inventario la moneda, tiene fervientes enamorados corresp ondidos y amantes platónicos que se quedan a dos velas. Ya se sabe que «nada prueba contra el amor que la amada no haya existido jamás». Pero no es eso lo más triste, sino que el duro corazón del euro tenga dueño. Sus propietarios exigen a Zapatero un ajuste riguroso y, por lo que pueda pasar en las elecciones generales, también se lo han hecho saber hoy a Rajoy. Los dirigentes europeos pueden tener amoríos bursátiles extramatrimoniales, pero no se casan con nadie. Sarkozy y Merkel, que distan algo para ser considerados pareja ideal, aunque para nosotros los quisiéramos, nos conminan a endurecer nuestro ajuste para evitar que reproduzcamos la tragedia griega. Sabemos que el drama tendrá muchos actores secundarios que no serán otros que el pueblo español y algunos protagonistas tan pudorosos que ni siquiera subirán a escena. La economía española no es creíble, pero hay que creerse todo lo que nos digan y últimamente nos han dicho que somos Europa y no sólo uno de los tres países que la construyeron, que eso ya lo sabíamos por la Historia. El conde de Keyserling, que profetizó la unión europea, dijo que ésta no sería posible sino «bajo una idea imperial y grande». Ahora esa idea es financiera. Salvemos al emperador, que es el euro.

Cuando se habla de cambios profundos hay que dar por seguro que vamos a cambiar para peor. El plan de rescate puede valer más que lo rescatado o bien tener un precio más alto. La zona euro se ha quedado a la intemp erie y no bastarán las veinte medidas que se proponen. Ninguna es de nuestra talla, pero estrenar siempre agrada. Aunque sea un mono de trabajo.

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