Diario de León
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Al trasluz | eduardo aguirre

Y a no se trata de ser o no ser manitas, tampoco de ser de Ciencias o de Letras, sino de admitir que nos han metido la catástrofe tecnológica en casa. El mando de la TDT ha sido diseñado para que sólo lo entienda Billy Gates. Tengo dos televisores y en cada uno el nuevo utensilio funciona según su críptico criterio, aunque eso de funcionar sea mucho decir. Por más que los pulses, no obedecen las órdenes; en cambio, los de antes, salían a recibirte a la puerta y podía mandarles a comprar tabaco. Era un grato ordeno y mando. Hay pueblos donde con el cambiazo ya no pueden ver la televisión, su único entretenimiento, junto con la partida, y ya no saben si emprenderlas a tiros con el aparato, con las vacas o declararle la guerra a los limítrofes. Ya puestos a idear un mando de la tele, hágase bien y que pueda ser manejado por todos, incluso por quienes sólo tienen radio. Todo aquello que para ser utilizado necesita instrucciones es ya potencialmente peligroso. ¿Acaso las tienen el botijo, la tortilla francesa o la tabla del uno? A partir de cierta edad, empiezas a aceptar que nunca comprenderás la teoría de la relatividad, a las mujeres, a ti mismo, incluso por qué a Dinio la noche lo confunde-¦ pero resulta muy duro asumir que no sabes utilizar algo que antes sí sabías, y que ahora tiene más botones que el Hotel Ritz. Quien en estos tiempos no sea adolescente se queda en torpe carroza, menudo siglo estrambótico. ¿Qué será de nosotros, quienes tenemos la edad de los galanes maduros, pero sin serlo? Y el acabóse no ha hecho más que comenzar. ¿Ordeno y mando? Menos guasa. Como por culpa del susodicho engendro me pierda el final de «Perdidos», tras seis temporadas intentando comprender quiénes son los malos, aquí arderá Troya. Dicho queda, señor juez.

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