Aurelio Fernández

Burro amenazado | pancho purroy

La de personas magníficas que viven en los pueblos de León. Ya llevamos una década de cursos universitarios -”Aula de Picos de Europa-” que impartimos en los valles de Valdeón y Sajambre. La semana pasada, en Oseja de Sajambre, con motivo del curso de «Hongos forestales», impartido por Arsenio Terrón, nos reunimos los profesores para homenajear a Aurelio Fernández Alonso. Este buen mozo, ágil, de una juvenil edad de 81 años, es otro enseñante de lo que es y ha sido la vida de los sajambriegos, cultura rural que ha modelado el paisaje de montes, peñas y prados de este hermosísimo valle de las fuentes del Sella, al socaire de Peña Santa de Castilla, la mole caliza blanca y mágica que domina lo agreste. Aurelio enseña como la gente de Sajambre cultivaba los bancales con maíz, garbanzos, alubias y centeno, y criaba vacas, caballos, ovejas y cabras mientras el gocho engordaba en la cuadra, además de atropar nueces y avellanas. Un montón de bebedizos e infusiones aliviaban enfermedades y mataduras: la de sanguinaria para purificar la sangre, la del orégano contra la gripe, la del poleo frente a la tos y el catarro, la del rabu rocín para los que orinan mal o la del fenoyu, que huele a anís, para aliviar el dolor de vientre de los críos. A lo largo del invierno cada casa era un taller de madera del que salían yugos para yuntas de vacas y mulos, cambas de arado, madreñas, porrachas, carros, mangos de azadas y hachas en un prodigio artesano sin igual. Llegado el momento había que viajar en el carro, con estos utensilios y los sacos de nueces, a los mercados de Campos, Los Oteros y León, a trocar esta mercadería por vino y trigo. Para dormir, la manta, bien bajo el carro o en el portón de una casa amiga, y, de alimento, el fargal, saquete de tela con chorizo, jamón y tocino, la despensa de los ases del trueque, temerosos, por el estraperlo, de que les confiscasen el cereal. Gente como Aurelio demuestra que, a la crisis, hay que echarle reciedumbre.