Diario de León
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Panorama | josé cavero

No hay duda alguna de que Zapatero es quien determina los tiempos. Y si él mismo había confirmado el deseo de poner en marcha un nuevo impuesto para los que más tienen, él mismo es quien, un par de días más tarde, determinó que no es el momento adecuado, y que será preciso esperar a que tal momento llegue. ¿Qué determina ese tiempo conveniente? No parece que sea el que haya un clamor social, y que se lo pidan desde una u otra área de su propio partido o de la sociedad. Da la impresión de que el tiempo que maneja el presidente es distinto. El habló de la conveniencia de poner en marcha ese impuesto, y él también disuadió a sus ministros para que esperaran un poco más a verlo ejecutado. ¿Qué argumento disuasorio hubo para el «soy el más interesado, pero ahora no toca», con el que zanjó el debate promovido por Chaves, Blanco, Chacón y Corbacho. Desde luego, no aparecen entre los debatientes las dos vicepresidentas, ni Salgado ni De la Vega, quienes tal vez fueron las que aportaron los argumentos en contra. Políticos o económicos y presupuestarios.

No es de extrañar que fueran tales argumentos los relativos a la oportunidad y a los múltiples calendarios ya en marcha: el primero de julio entra en vigor el aumento de dos puntos en el IVA; el primero de junio, con más prisa, entra en vigor la rebaja de salarios de los funcionarios. El primero de año es previsible que entren en vigor la suspensión del incremento de las pensiones de jubilación, la anulación del cheque bebé, la paralización de los tiempos de la ley de pensiones y la reducción de la obra pública, todo a la vez. Son demasiadas normas y demasiados calendarios, cada cual el suyo. En todo caso, parece evidente que lo más urgente es la rebaja de sueldos de los funcionarios, y seguidamente el aumento del IVA. Ahora mismo, en plena declaración sobre la renta, no tendría sentido ni siquiera anunciar ese futuro impuesto nuevo, sobre patrimonio y las rentas totales de las familias, que se pretende temporal y para un tiempo breve, y no como una sustitución del antiguo y desaparecido impuesto sobre el patrimonio. Parece más adecuado que ese novedoso impuesto se aborde y debata cuando se preparen las grandes líneas de los presupuestos de 2011, con objeto de dar satisfacción a una izquierda, que viene reclamando al PSOE que se compruebe que es un partido de izquierdas, y que no se limita a poner en práctica algunas de las reclamaciones que recibe de la derecha para reducir el déficit. Los ministros partidarios del nuevo impuesto habían alegado que si hay que recortar el gasto social -”sueldos, pensionistas, dependientes, empresas con obra pública-” para crear credibilidad exterior, también habrá que adoptar otras medidas para ganar credibilidad en el interior, según alegó uno de ellos cuyo testimonio, por cierto, ha roto frontalmente la norma jurada de no revelar las deliberaciones del consejo de ministros. Pero es razonable que el presidente aspire, de momento, a sacar adelante lo que ya ha puesto en marcha y anunciado en forma de decreto, y a encontrar apoyos a la también pendiente reforma laboral. Una vez dijo Felipe González que se arrepentía de una cosa: haber pisado los callos a tantas personas al mismo tiempo. No es buena técnica cabrearlos a todos a la vez. Es más conveniente que los sacrificios lleguen «por barrios», hasta conseguir un cierto equilibrio mínimo.

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