Diario de León
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El rincón | manuel alcántara

Suele calumniarse a nuestros políticos acusándoles de verdades tan evi dentes como inoportunas. Se les está reprochando lo mismo que a los defensas centrales: falta de cintura. Los jugadores del equipo político contrario les desbordan con facilidad adoptando la misma táctica que reprobaban anteriormente. De esa situación se derivan males comunes: todos tenemos que apretarnos el cinturón, pero sin que se nos caigan los pantalones.

Los políticos españoles, si han cometido el imperdonable error de ser honrados, ganan poco dinero. En cada barrio hay algunos avispados cretinos cuyos estipendios son infinitamente superiores a los que perciben los gerentes del bien común. Estamos en la dolorosa tesitura, que además va a ser duradera, de restringir gastos. Hay que mirar por el dinero, ya que el dinero ha decidido no mirarnos a la cara a nosotros. Hay que dar ejemplo porque los bancos no nos dan nada, salvo disgustos. Pero, ¿qué supone la rebaja de sueldo de los llamados altos cargos, aunque estén ocupados por gentes de baja categoría moral, como sucede con desdichada frecuencia?

Nuestros políticos, o sea, quienes intervienen o negocian actividades gubernamentales, entre los que siempre hay honrados intrusos que no buscan el beneficio propio, están muy mal recompensados y es justo decirlo. Lo que es injusto es rebajarles el sueldo para hacer simulacros de austeridad. Eso no es más que una cortina de humo que únicamente contribuye a que no veamos nada claro en medio de las brumas financieras. ¿Qué más da que se aprieten el cinturón o se vean obligados a comprarse tirantes, que es prenda demasiado ostensible y, según algunos, incompatible con la más ligera idea de la elegancia. Los políticos no pueden ganar lo que quieran, sino lo que queramos nosotros. No nos importan sus sueldos, sino sus sobresueldos. No lo que hagan, sino lo que dejen de hacer.

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