En mala hora

El rincón | manuel alcántara

M i ta xista del pueblo, que además es mi amigo, vino a buscarme puntualmente, desmintiendo el tópico, porque los andaluces sólo llegan tarde al trabajo cuando no tienen trabajo. ¡Viv a España! le dije, en vez de decirle «buenos días, Antonio». En el techo del comunitario vehículo se aireaban dos banderas españolas, aunque corran malos vientos. En el trayecto vi muchas más en los balcones y en las caras.

¿Será el fútbol el último refugio de los patriotas, como en otras épocas se aseguró, no sin indicios razonables, que la patria pudo ser un asilo de los canallas? ¿Y esto de las banderas? Es para transmitirle ánimo a nuestros jugadores. Los pobres siempre damos de los que nos falta. Bruselas nos exige el doble del recorte y la CE nos pide más esfuerzo, ya que el tijeretazo no basta. El Gobierno, que se sigue llamando abusivamente así, no cuenta con el apoyo político de los partidos, pero el fútbol se ha convertido en una patria, no sin antes ser una religión bifurcada en muchas sectas regionales. Millones de seres humanos y algunos extraordinariamente parecidos a ellos están pendientes del Mundial. La evasión de las angustias diarias también puede ser angustiosa. No es que esperemos mucho de nuestra selección: es que esperamos todo. Los futbolistas escogidos tienen más talento que los políticos de nuestro sistema electoral no nos permite escoger, pero cada uno pone la esperanza donde puede. Lo malo es que tiene culo de mal asiento y nunca se está quieta.

No tengo una edad apropiada para hacerme ilusiones, pero mucho menos para que me desilusionen. El equipo, que era magnífico antes de confrontarse con los demás, sigue siéndolo. Era nuestra hora, pero los suizos nos han vendido, bastante barato, un reloj que no es nada del otro mundo, pero es de este Mundial. No arriemos las banderas.