Mejor con flores
Nubes y claros | maría j. muñiz
Hay gastos que son de agradecer, incluso en épocas de ajustes de cinturón y estrecheces varias. Ni ponen ni quitan a los déficits en los que nos hemos zambullido, pero sin duda alegrarán algunos espíritus (el mío, desde luego) durante unos cuantos meses. Y eso es mejor que nada.
Me ha sorprendido la decisión municipal de llenar de flores los balcones de alguna calle céntrica de la ciudad. Sólo lamento que a mi pueblo no llegue la iniciativa: yo me comprometía a regarlas, cuidarlas con mimo y hablarlas o cantarlas para que crecieran frondosas, sin necesidad de hacer uso de grúas (eso sí me parece un engorro, la verdad).
Y es que hay pocas cosas que ensanchen el ánimo, hablo del mío, como rodearse de la exuberancia del verde y sus decenas de colores acompañantes. Me mata la envidia cuando viajo por climas más amables con las flores y veo balcones, terrazas, calles y parques plagados de color y salpicados de alegría. Mi pelea con las hortensias y las heladas, la imposiblidad de que las buganvillas trepen por mis muros, la reposición anual de geranios incapaces de sobrevivir al largo frío invernal, el siempre añorado aroma de los jazmines que no necesitan ser transgénicos para crecer sin temor al rocío,... Qué decir de zonas tan cercanas como Asturias y Galicia, donde calas y hortensias crecen salvajes y abandonadas en cualquier cuneta. ¡Ay, este León de mil demonios...!
Confío en que la iniciativa cuaje, otras calles y balcones sientan sana envidia del paisaje que en breve arrebatará las fachadas de la calle Ancha, y la práctica de la decoración floral se extienda por la ciudad. No voy a ponerme la venda antes de la herida para adivinar cuánto estarán las plantas en óptimas condiciones en sus jardineras, ni cuántas voces insensibles se alzarán contra lo que puedan considerar un dispendio.
Puestos a confiar, confío en que la visión amable de esta belleza endulce caracteres y relaje malas babas. Que de eso sí que sobra con creces en esta nuestra vida pública.