Diario de León
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Fuego amigo | Ernesto escapa

Algunos montañeses, para combatir las inclemencias del invierno, adoptaron la costumbre de levantar la casa después de los Santos y trasladarse con familia, enseres y animales de rumia o domésticos a zonas más cálidas. En Babia se les conoce como vaqueiros de alzada e incluso hay un pueblo, Torrestío, que guarda en su nombre esa condición estacional. Los babianos estaban en la marina asturiana hasta abril, cuando volvían con todos los pertrechos y una media de hijos que oscilaba entre cinco y siete por pareja. Los veranos los aprovechaban para la arriería, mientras las mujeres cuidaban del ganado. Pero la alzada obligaba a los vaqueros a la endogamia y eso les granjeó un cierto malditismo. Por esa mudanza, en Babia, los demás pueblos llamaban moros a los de Torrestío.

Hace un par de años, con la espada de la crisis ya afilada, las Cajas de Ahorros iniciaron el viaje de un proceso integrador que parecía razonable para la media docena de entidades que se dedican a lo mismo en idéntico espacio. Al principio, aquellos aficionados convertidos en banqueros por designación partidaria pusieron cara de asentir. Pero en cuanto volvían de la reunión a casa, les leían la cartilla y olvidaban los compromisos. Así llegamos a este punto, que vistos los resultados resulta incluso un poco más deprimente que el de partida. Sobre todo, por el desgaste, que se suma al deterioro. De momento, tenemos a Caja España y Caja Duero sujetándose el esqueleto, a Caja Burgos haciendo la ruta del pacharán, y a las de Segovia y Ávila, locas por que las triture el tornadizo Rato en su califato de Caja Madrid.

Como se ve, todo de un profesional a más no poder. El penúltimo episodio de esta broma ha sido la alzada de segovianos y abulenses al otro lado de la sierra, pendiente para ser definitiva del plácet de la Junta, que tiene esa capacidad de veto. En cualquier caso, el espectáculo ya está servido. Y pone de manifiesto la insufrible frivolidad con que instituciones, partidos y sindicatos pactaron la composición de los consejos de las Cajas para colocar por unanimidad sus respectivos desechos de tienta. Mirar las alineaciones de estos banqueros de alzada segovianos y abulenses y descubrir su condición subalterna respecto a caciques felizmente amortizados que los empujan en la huida, no ayuda a la comprensión del proceso. Sobre todo, después de que en algún caso hayan sumido a la entidad en el negro pozo de las pérdidas.

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