Diario de León
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León

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Mar de fondo | carmen tapia

De pronto, lo inesperado. La vida nos obliga a cerrar y abrir puertas y lo único sensato es asomarse con esperanza y poner los pies firmes sobre las nuevas alfombras que se despliegan a nuestro paso. El flujo de la vida deja contrastes sorprendentes que nos permite pasar en pocas horas de un sentimiento que provoca dolor a la confianza en que todo se renueva. Una despedida y un premio. Esa es la muestra de vida que nos da la naturaleza. Una puerta que se cierra y una ventana que se abre. Los dos sentimientos concentrados en pocas horas y metros cuadrados. Pero hay que dejar que la energía fluya, esa concentrada después de veinte años de peleas, risas, disgustos, enfados, decepciones, sopresas, alegrías, peticiones no satisfechas y otras logradas. Todo estalla en un momento y se convierte en un nudo contenido en la garganta que impide articular palabra, y a las pocas horas, se convierte en festejo para celebrar una buena noticia, por puro compañerismo, el que nos mantiene pese a las discrepancias, que bien entendidas, nos enriquece. En la redacción de un periódico caben todos los mundos. Tantos como identidades que teclean horas y horas para dar forma a las vivencias más dispares y ponerlas a disposición del mundo. Detrás de la lectura de cada noticia que no lleva al lector más de tres minutos hay un sinfín de horas de trabajo, del que se hace en el día cruzando León de lado a lado, de izquierda a derecha y de la experiencia acumulada del escritor que se abstrae del ruido, de las voces, del sonido de los teléfonos, y cuenta una historia a la que intenta poner las medidas perfectas, entendibles. En cada palabra escrita se acumulan experiencias personales compartidas tras horas de trabajo diario que nos convierte en imanes de polos opuestos. Eso es lo sorprendente de la vida.

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