Diario de León
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Al margen | fermín bocos

Vencedora España sobre Honduras -sin holgura, todo hay que decirlo- el eje del otro deporte nacional gira alrededor de las quinielas sobre la composición del nuevo Gobierno. Zapatero está quemado, pero como decía Maquiavelo y remachaba Gracián hay que saber desviar a otros los males y para ello hay que tener en quien recaiga la crítica por los desaciertos. Debe haber un testaferro. En el caso que nos ocupa, más de uno. Es voz popular que la vicepresidenta Elena Salgado se ha limitado a ser terminal del móvil de Zapatero. Aún así, pudiera ser sacrificada en aras de algún economista del partido a quien, para que vamos a engañarnos, según costumbre, ZP también puentearía. Está en su naturaleza. Como la de cenar con algunos de sus enemigos mediáticos por el extraño placer de desconcertar a quienes se declaran amigos. El, es así. Por eso, fuentes de su entorno, sonríen con sorna cuando se les pregunta qué hay de cierto en algunas de las informaciones que hablan de la posible incorporación al Gobierno de Javier Solana o de Joaquín Almunia.

Son sin duda, dirigentes de peso en el PSOE y ambos gozan de gran prestigio fuera de España. Solana lo ha sido casi todo entre nosotros y en Europa -varias veces ministro, secretario general de la Otan, mister PESC, etcétera. Almunia, también ex ministro, repite como comisario de la Unión. Son, como digo, políticos solventes y previsibles. Serían un lujo y una garantía de seriedad para cualquier Gobierno. Para cualquiera que no estuviera presidido por un político tan peculiar como es Rodríguez Zapatero. Con ellos en el Gabinete, ZP se sentiría inseguro. Incómodo y tutelado. Por eso, los cambios que están al caer no irán por ese lado. Por decirlo en pocas palabras: entre Solana y Bibiana, Zapatero, siempre optará por Bibiana. Ya se sabe, el carácter es el destino.

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