Irreverencias
Reforma laboral
Tengo un amigo de mediana edad que fue director clínico del Zoológico de Nueva Orleans. El huracán Katrina destrozó buena parte de esas instalaciones. Durante casi dos semanas este hombre proporcionó agua y comida a muchos de los animales en unas condiciones dramáticas, y peligrosas para él. Al cabo de ese tiempo pudo volver a su despacho y después de unos días se encontró en él la carta de despido. Escueta. Las circunstancias no permitían continuar con la actividad normal del zoológico y la empresa tenía que prescindir de muchos empleados. Después de 14 años de trabajo la indemnización a penas llegó a 15 días de sueldo. Por cierto, el zoológico es privado y se mantiene sólo de ingresos privados: entradas, merchandising y donaciones auspiciadas por una buena ley de mecenazgo. Apenas un mes después de esa dramática situación y esa miserable indemnización encontró un nuevo puesto de trabajo en Phoenix, Arizona. Mediana edad, sólo un mes después, pero una indemnización ridícula (bajo nuestro punto de vista) y su nuevo trabajo a 1.600 kilómetros de distancia. Creo que este ejemplo muestra bastante bien la diferencia, para lo bueno y para lo malo, para trabajadores y para el empleo, entre España y Estados Unidos. Un sistema tan dinámico y flexible (como dicen los políticos sin especificar qué es, aunque este relato es un buen ejemplo) permite lo que acabo de explicar. ¿Podemos hacer aquí algo semejante? Creo que es muy difícil de conseguir, si es que queremos ese modelo, por varios motivos. ¿Estaríamos dispuestos a aceptar otro trabajo, no ya a 1.600 kilómetros (España no tiene ese «diámetro»), sino a 500 o a 100?, ¿a 50? Nuestra mentalidad laboral, familiar, de residencia es tan diferente que nos resultaría muy complicado. Pero hay más. Un profesional que lleve desarrollando su trabajo en León 14 años ¿podría ir a trabajar e integrarse en todos los aspectos (con su familia) en Cataluña, País Vasco, Baleares, Valencia, incluso Galicia? Vemos que, además, de un reducido diámetro, los artificios pseudoculturales espurios lo reducen aún más en perjuicio de la productividad y el progreso. Además, ¿aceptarían los sindicatos y nosotros mismos una indemnización de ese tipo, aunque supusiera una rebaja del número de parados? Lo primero nos afectaría a nosotros, lo segundo a terceros, desconocidos.
Muy complicada la adaptación de nuestro mercado laboral -sólo por lo que a mentalidad se refiere- a sistemas anglosajones, más productivos, más pragmáticos pero mucho más sacrificados para los derechos de los trabajadores. Pero, conviene recordar que España tiene casi el 20% de paro, Estados Unidos casi… el 10.