Diario de León
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La aspillera | vicente pueyo

Héroe o villano? Ustedes sabrán, pero no me digan que no tiene miga la cosa: «detenido un anciano (pensionista de 72 años para más señas) tras atracar un banco con una pistola de juguete y llevarse 5.500 euros». La víctima, una sucursal de uno de los bancos más solventes de Europa según las recientes pruebas de estrés que miden la capacidad de resistencia de estas entidades ante hipotéticos casos de empeoramiento de la crisis. Lo que esas pruebas no llegaron a medir es la adrenalina de los cajeros ni mucho menos la desesperación de los pensionistas. Al parecer, el detenido, al que frustró su aventura un guarda jurado de El Corte Inglés, necesitaba el dinero para seguir pagando la residencia en la que se encuentra su mujer porque con la pensión que cobran no lo tienen nada fácil.

Habrá que esperar a ver cómo late el corazón del juez al enfrentarse a este remedo de Luis Candelas en versión pensionista atribulado. El célebre bandolero pasó a la historia por robar a los ricos para repartirlo a los pobres. M.R.A., nuestro audaz pensionista, es muy probable que no pase a la historia pero su gesto despechado debería hacer reflexionar porque, en alguna medida, represesenta la perplejidad de esos seis millones de pensionistas a quienes se ha anunciado que van a ver congelada su pensión en el 2011. ¿Se imaginan a una legión de «emerreas» reclamando a los bancos que les devolvieran lo suyo pistola (de juguete) en mano? ¿O acaso no es suyo algo de esa ingente montaña de dinero público con la que el Gobierno ha oxigenado las arcas de unos bancos que han perseverado en comportamientos irresponsables?

En otro momento quizá no, pero en estos días que corren, la reacción del jubileta leo nés produce una especie de melancólica simpatía. ¿Cómo no tenerla si, pese a esa morterada millonaria, nadie acaba de saber muy bien dónde está ese dinero ni en qué lo han invertido? Todo indica que se ha dado prioridad al objetivo de tapar agujeros en las propias entidades y se ha dejado en segundo, o en tercer plano, el objetivo de que esa ayuda revertiera en la sociedad en forma de créditos asequibles a las empresas y a las familias. Que les pregunten a los pequeños empresarios y a los lacerados autónomos si la alfombra que ponen los banqueros es de terciopelo o de duro esparto.

¿Para cuándo un comportamiento más comprometido y honesto de los bancos con la situación real de la economía? Necesitaron miles de millones para no derrumbarse como fichas de dominó pero les ha faltado tiempo para volver a las andadas de la vieja usura. ¿Y el Gobierno? ¿A qué se refiere cuando habla de eso de que hay que impulsar un «cambio de modelo productivo»? No puede ser que los banqueros sigan siendo los GPS del Gobierno, que le lleven de la mano y le impongan la agenda. Ahí sigue incrustada, inamovible, la lógica perversa del poder económico.

Es lamentable, pero no extraña demasiado que algunos emerreas se levanten por la mañana con un valor desconocido y una decisión inquebrantable y escriban antes de salir a la calle una escueta y rabiosa nota: «Tengo una pis tola, déme el dinero».

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