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León

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Fronterizos | miguel a. varela

Se calcula que un artículo debidamente documentado de investigación histórica en una publicación académica llega a menos de veinte lectores. Un reportaje de divulgación en alguna de las revistas existentes en el mercado español puede ser leído por medio millón de personas. Este dato, aportado por el profesor José Luis Corral en el curso «Templarios, guardianes de caminos y secretos», aclara la diferencia entre el conocimiento, fruto de la paciencia y del buceo en la documentación, y la especulación, atraída por las teorías conspirativas de la historia y basada en la imaginación desbordada sobre sucesos no demostrados. Y en lo concerniente a templarios, la corriente especulativa hace tiempo que ha dominado con tal fuerza a la investigación documentada que ya es difícil separar el grano de lo probado de la paja de lo supuesto. El propio curso de la Universidad de León que estos días se ha celebrado en Ponferrada con una buena acogida por parte del alumnado también ha hecho la concesión de ceder parte de su contenido al ámbito de lo legendario. La historia, nos dijo Corral, es cuestión del pr esente y la de los templarios, una orden religiosa de vida breve y dramático final, ha sido revisada a través de los siglos según la visión de cada momento. Walter Scott convirtió en el Romanticismo a los templarios en compendio de la perversidad y de poco sirvió la visión más suavizada de nuestro Gil y Carrasco, cuya novela no llegó a tener la proyección internacional del «Ivanhoe» del novelista escocés. Con peor pluma pero arrollador despliegue mercadotécnico, el best seller de Dan Brown resume toda la visión mítica que sobre los caballeros medievales se ha generado en el último cuarto de siglo y que, según el historiador aragonés, puede concluir con una refundación de la orden auspiciada desde la más alta autoridad vaticana. Ya lo dijo Umberto Eco: donde hay un misterio, detrás habrá un templario.