Diario de León
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Al trasluz | eduardo aguirre

Pan y circo, sentenciarán algunos. Pero la euforia por nuestra Roja nada tiene que ver con esta expresión latina. El Mundial nos ha demostrado, y en tiempos de crisis esto adquiere especial trascendencia, que es posible que predomine lo unificador frente a lo excluyente. ¿Quién es el Del Bosque de la política? No puede haberlo, pues ningún partido le permitiría jamás ensalzar con moderación los propios logros y reconocer los méritos del rival. Además, al pulpo Paul ya habría sido acusado de haber metido el tentáculo en la caja. Cierto, hay ciudadanos que están festejando la copa con una vehemencia que produce vergüenza ajena, pero son muchísimos más quienes con su sana alegría confirman su identificación con los valores que nuestra selección nacional representa: excelencia y humildad pueden ir juntas. Aquí han triunfado las mejores capacidades deportivas, pero también un estilo de conducta, expresado en pequeños pero relevadores detalles: el afecto protector de un equipo hacia Torres, las lágrimas de Casillas tras el gol de Iniesta, su quiebro de voz al mencionar a su familia en la entrevista de Carbonero, su beso a ésta, la modestia de los jugadores y de su seleccionador, la dedicatoria a Jarque, el patriotismo-¦ nada de esto tiene que ver con el pan y circo, ni con la huida de la cruda realidad, a la que, por otra parte, no es posible darle esquinazo. El gran fracaso de los partidos políticos no es tanto la gestión como las relaciones humanas, mientras que el éxito de la Roja ha sido deportivo y además profundamente humano, en su fondo y en sus formas. En política, somos goleados en propia puerta, y es frecuente que los mejores sigan el partido desde el banquillo. Algunos culpan al balón de las ideologías, que ya no bota como antes. Fútbol, política-¦ no hay color.

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