Hacer turismo

Burro amenazado | Pancho purroy

El sedentarismo, salvo rotura de piernas, obesidad monstruosa, pena de cárcel o ancianidad chocheante, es ajeno a la especie humana. A aquellos precursores bípedos que se pusieron a caminar desde su hogar en África, cerca del lago Victoria, no los detuvo ni el desierto, ni el mar, ni los leones y lobos en su afán de moverse en búsqueda de nuevos horizontes. Hasta ayuntaron con los neandertales, otros hombres anchos, cejijuntos y feos, pero increíbles cazadores de mamuts y rinocerontes lanudos en el páramo congelado de Eurasia.

Hoy no hay que estar cachas y resistente al hambre y la sed para viajar lejos, aunque algunos que montan en patera, atraviesan Mauritania descalzos o van de espaldas mojadas, desde Méjico, por el secarral de Arizona, camino de la opulencia de Estados Unidos, afirman lo contrario. Estamos en verano y la turbamulta nos apuntamos al turismo. Aprecio más a los viajeros que siguen sus aficiones: bucear en aguas coralinas desde el Mar Rojo a la Gran Barrera australiana; beber vinos ricos y pegarse cuchipandas por buenas bodegas y figones del mundo; ver naturaleza y bicherío y, también, no seamos pacatos, que el cuerpo es libre, irse a ligar a las chimbambas, en amor libre o remunerado.

Me gusta en grupo de amigos, pero no en multitud, de rebaño acrítico llevado a golpe de cornetilla por un guía que ordena a las ovejitas donde mirar, comprar, parar, comer, mear, cagar y dormir. Para todo hay gustos si bien no monto en un crucero ni azufrado de calimocho, aunque dicen que engordas por buenas viandas, nadas en piscinas de lindas azafatas y tarzanes, ves todo tipo de películas y obras de teatro y hasta el capitán, repleto de galones dorados, te da la mano, en signo de aristocrática cortesía, y más los camareros, eso sí siempre que los engrases con suculentas propinas. A rreo senda con mochila y manta, como los pordioseros: ¡una gozada¡ Debo ser un guarro y no necesito ducharme cada día. -Qué asco, dirán.