Chiquilindrín
En blanco | Javier tomé
Puesto que apenas hay buenas noticias, no queda más remedio que hablar de lo propio. Es decir, de lo canutas que lo están pasando los colegas periodistas italianos a causa de otro pintoresco proyecto del señor Berlusconi, consistente en promulgar una suerte de «ley mordaza» que restringirá las escuchas telefónicas con la e xcusa de defender el derecho a la intimidad de la ciudadanía. Ya sabemos que en este mundo te aguarda un tipo listo en cada esquina, pero a estas alturas resulta difícil clasificar a don Silvio como héroe, villano o todo a la vez. Es verdad que hace poco más de dos años regresó al poder con la mayoría más amplia de la historia republicana, pero no es menos cierto que ese afán tan suyo de confundir y hacer una menestra con los intereses públicos y los privados no parece de recibo. Así lo comparte el 97% de los informadores italianos, sumados a una huelga que reclama el derecho inalienable de informar.
No podemos olvidar que Il Cavaliere, tan bribón en lo político como ladrón de corazones femeninos, también tiene su lado humano. Por ello ha revelado al mundo, entre sollozos incontenibles, que Rosa Bossi, la autora de sus días, dejó escrito antes de su fallecimiento, acontecido en febrero del 2008, el epitafio que le gustaría ver reflejado en la tumba de su chiquilindrín, pues así se le conoce en familia. El texto, equiparado por algunos panegiristas a lo mejor de Shakespeare, viene a decir: «Fue un hombre bueno y justo, dulce y fuerte». Justo en este momento es cuando suenan los violines y don Silvio promete renunciar a todas las pompas y boatos subsiguientes, para cumplir a rajatabla la sacrosanta voluntad de la mamma. Perdonen que les deje, pero las lágrimas me están mojando el papel y ya no puedo seguir con tan edificante historia. ¡Qué bello ejemplo para la Humanidad el que aún existan dos corazones tan honestos!