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León

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El rincón | manuel alcántara

N a die sabe cómo se las arregla el presidente del Congreso, José Bono, para estar siempre en eso que se llama primer plano de la actualidad, como si lo más interesante de ésta no fueran los segundos y los terceros. Este señor, que lleva años desempeñando un gran papel en la política, ha pasado al papel couché al anunciar su separación matrimonial. Ya se comentaba mucho, en medios no del todo bien informados, su íntima amistad con el papel moneda, pero se sabe que la envidia está flaca porque muerde y no come. Además, a este reciente millonario, de un dulce mirar alabado, hay mucha gente que no lo traga. Las habladurías sobre el espectacular incremento de su patrimonio han dado mucho que oír. El hombre hizo lo que pudo por frenarlas, publicando la procedencia de sus bienes. Incluso dijo que su patrimonio estaba íntimamente ligado a su matrimonio, ya que su bella esposa es un fenómeno para los negocios. En la calle, donde circulan libremente las calumnias, incluso las verdaderas, se ha hablado mucho del pío y sonriente José Bono y no sólo de su peluquín. Últimamente se le compara con cierto producto ecológico, ya que «cada día se le descubren más propiedades». La verdad es que a las revistas del corazón les ha tocado la lotería con su ruptura conyugal. Una jauría de intrépidos metomentodo husmean por los alcores toledanos. Les urge saber si hay una nueva mujer o, en caso de doña Ana, un nuevo hombre. A todo esto, la Fiscalía ha remitido a Anticorrupción el informe sobre Seseña, pero archivando la denuncia del PP aunque hay mucha curiosidad. De nuevo ha salido a relucir el macroproyecto de Francisco Hernando, más conocido como El Pocero. Más interesante que comprobar, una vez más, que «con el número dos nace la pena», sería averiguar cuántas personas hacen falta para ayudar a los que tienen una gran visión urbanística.