Saber estar
Irreverencias | C. chamorro
Decía Baudelaire que hay que ser sublime sin interrupción (cita que leí en Las Ninfas de Umbral, no al autor original). Sería extraordinario «conseguir esa utopía», pero circular por un camino que nos acerque es apasionante y para los que están a nuestro alrededor extraordinariamente atractivo. Si en un momento dado no sólo no lo hacemos sino que cogemos el camino opuesto la catástrofe está asegurada. Algunas de las personas que más se han acercado en su vida a un culmen de su actividad no son capaces de caminar desde ese estado sublime a una condición de sublime casero, para los suyos, o seguir siéndolo en el recuerdo para los otros. Les pasa a grandes deportistas, políticos, cantantes y un largo etcétera. Uno desconoce las cuentas del heptacampeón del Tour Lance Armstrong -tiempo en el cual se acercaba a lo sublime en este deporte- aunque quizás hayan influido en su decisión de volver a correr, porque creo yo que le haya pasado lo que a mi, que le habrán bajado el sueldo, y si yo, por tal motivo, me estoy planteando echarme al monte en plan Curro Jiménez -forma de vida que tiene un punto, no me diga que no, y además, en lo afanado no influye la subida del IVA y es todo en B- pues mi amigo Lance que, un mes con otro, ganará lo mismo que yo, necesitará volver a ingresar. Si la causa no fuera esta, para los aficionados al deporte y a Baudelaire camina justo en dirección contraria a lo sublime, etapa que lleva a la meta de lo patético.
Lo de retirarse a tiempo debe de ser muy difícil. De hecho, el gobierno se plantea un aumento de la edad de jubilación que debe inspirar a Armstrong, o a otros como Carmen Sevilla, que ya no sabemos si habla así porque se parodia a sí misma o porque se le ha olvidado hablar de forma normal. Le pasó a Felipe González, que quiso perpetuarse de presidente a pesar de que le llovió de todo, y ya de expresidente se recolocó como diputado de a pie haciéndose merecedor del «maillot» amarillo de campeón de lo patético. Le pasó a Bono que, para haber prometido retirarse de la política, es un jubilado muy activo, en todos los sentidos. Qué vamos a decir de «El Faraón de Camas», que seguía toreando, o corriendo delante de los toros, 40 años después de su alternativa, reafirmando a los anticurristas. En fin, ejemplos sobran. Autocrítica también. A veces, seguimos creyendo que podemos aguantar la juerga hasta las tantas, ponernos esa ropa diseñada para tener 30 años menos, o aquello de «quita, quita, esa caja la cojo yo. No hace falta nadie». Y de ahí a urgencias, a que nos pinchen un c orticoide para poder menearnos. Urgencias a donde habría que llevar a unos cuantos; para que los pinchen.
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