Diario de León
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La veleta | Francisco Muro de Iscar

Las víctimas de los terroristas son siempre generosas. No pueden olvidar, el perdón es doloroso, pero nunca se han tomado la justicia por la mano. Han llorado todo, mantienen vivo el recuerdo de los suyos y han callado lo que no está escrito. Nunca recuperarán lo que han perdido ni serán personas «normales». Algunos terroristas, por el contrario, han abandonado la cárcel, cumplida su condena legal, sin haber reparado el mal causado ni siquiera haber mostrado arrepentimiento. Tampoco devolverán la vida a los que asesinaron desde la impunidad. Otra cosa es su conciencia, si la tienen, la condena moral que les va a perseguir de por vida, incluso aunque vivan en ambientes en los que no sólo no hay condena social, sino que son «héroes». Malditos héroes. Antonio Beristáin, el gran jesuita desaparecido no hace mucho, lo decía claramente: no hay justicia si no hay reparación del mal causado. Los terroristas sufren pena de cár cel, pero nada les obliga a la reparación. Los asesinos no pueden devolver la vida a sus víctimas, pero deberían ser obligados a pedir perdón públicamente. Lo he pensado estos días tras la detención del presunto asesino de Joseba Pagazaurtundua y el traslado de la más sanguinaria terrorista de ETA, Idoia López Riaño, a la prisión de Nanclares de Oca, más cerca «de casa». Parece que hay otros acercamientos y medidas de favor con presos de ETA que privadamente han mostrado la voluntad de desengancharse de la barbarie etarra.

Es lógico porque ETA, una vez que el Gobierno se ha dado cuenta de que no se debe negociar nada, es tierra quemada. Matarán todavía si pueden, pero desaparecerán. Nunca tuvieron sentido. Pero hoy, todavía no conocemos ningún documento público de ningún etarra en el que diga que se borra de la barbarie, que se arrepiente del daño causado y que pide perdón a las víctimas.

Es bueno crear división y romper el miedo entre los presos etarras. Y ya sé que es complejo y difícil, pero Instituciones Penitenciarias debería crear una Comisión de Víctimas que tuviera voz y voto en las medidas de gracia o penitenciarias a tomar con los terroristas, en el trato preferente a los que se alejan de las sanguinarias consignas de los jefes etarras: tienen derecho a saber y a decidir. Y estoy seguro de que serían infinitamente más justas, más generosas y más limpias que nadie. Aguirresarobe, el supuesto asesino de Pagaza, ha vivido años muy cerca de la familia de su víctima, como «un trabajador, un deportista y un ciudadano más», mientras los familiares de Pagaza sufrían. Sería grave envilecer a las víctimas y humanizar a los asesinos. Hay que defender siempre a las víctimas y darles la pala bra. Es su derecho.

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