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León

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Al día | josé luis gómez

Desde el punto de vista económico, Espa ña vive un momento equiparable al de la Transición y los Pactos de la Moncloa, con altas tasas de paro, o al de la época de adaptación al ingreso en la CEE, cuando fueron necesarias reconversiones en el modelo productivo. Acaso la gran diferencia no esté en los problemas, sino en la falta de ideas y de medidas de acompañamiento a los ajustes. Las crisis, cada una con sus peculiaridades, suelen repetirse, ya que en economía siempre hubo ciclos, por mucho que la reciente etapa de bonanza nos hiciera creer que era posible crecer de manera indefinida. La verdad es que la crisis actual impresiona. Casi en un abrir y cerrar de ojos, España pasó de una tasa de desempleo del 8% (1,8 millones de parados a mediados de 2007) a superar el 20% de desocupados, con más de cuatro millones y medio de personas afectadas. Es evidente que el país necesita crecer y cambiar a la vez una parte de su modelo, para cubrir el vacío de la construcción. Sin embargo, no hay datos alentadores. En este sentido, tampoco es una buena noticia el recorte del crédito que se avecina, como consecuencia de nuevos criterios fijados por el Banco de España en su intento de controlar la morosidad. Bancos y cajas no solo tendrán que ser más selectivos, sino que terminarán subiendo los precios de los créditos, lo cual no anticipa nada bueno. No menos que la propia crisis inquieta la falta de perspectivas, mientras nadie se explica la motivación que impulsa la dura austeridad impuesta a toda Europa por Alemania, en medio de fuertes presiones de los mercados de deuda, temerosos de no recuperar todo lo que tienen prestado. En España, por ejemplo, el Gobierno está llevando a cabo una política en la que cree pero que no tiene más remedio que aplicar. Y esto sí que es nuevo con respecto a otras crisis, en las que al menos había un criterio propio y un cierto horizonte. A día de hoy, seguimos ante una crisis sin respuesta.

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