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León

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El rincón | manuel alcántara

Como las oscuras golondrinas becquerianas, que siempre vuelven a volver, el pasado inmediato se nos presenta de nuevo. Se ve que por el tiempo no pasan los años. Hay moros en la costa, pero la mayoría llegan muertos. Otros no aparecen. Las pateras no ofrecen la menor seguridad y los clandestinos empresarios no ofrecen trabajo, pero se ha establecido una auténtica carrera de regatas de cayucos en el Estrecho. Estos inmigrantes no suelen traer cámaras fotográficas, ni equipaje. Incluso es probable que no traigan convicciones demasiado firmes sobre la observancia del Ramadán, que este año ha caído en agosto, por dictámenes del calendario lunar y no, ya que Alá es grande, para que estos turistas obligatorios, además de pasar calor pasen hambre. Nuestros arriesgados huéspedes suelen ser muy jóvenes. Es infrecuente que los que logra rescatar con vida nuestro Salvamento Marítimo exceda de los 30 años. Son subsaharianos en su triste mayoría. También están regresando otras cosas que creímos que no pertenecían a ese ancho territorio que llamamos pasado. La industria tabaquera ha vuelto a lanzar bolsas de picadura de tabaco barato para liar. Hay que retener en su feo vicio a todos los que hemos caído en él, pero no deja de ser curioso que vuelvan los paquetones llamados Flor de andamio cuando los albañiles tienen menos trabajo que nunca. Hay que adaptarse a las distintas épocas, pero también hay que reconocer que es mucho más llevadero acoplarse a las buenas. No exigen la resignación, que se considera de una alta virtud cristiana, ya que reclama conformidad y paciencia. La mayoría de nosotros la hemos delegado en los subsaharianos.