La maldición de Almanzor
Fuego amigo | ernesto escapa
La calle principal y empedrada de Calatañazo r (castillo del azor) ha recobrado todo el sabor que en su día fascinó al mismísimo Orson Welles en la primera mitad de los sesenta: casas construidas con el entramado de madera de sabinas que sujeta la mezcla de ladrillo y barro, leves porches, balconajes y volados aleros sobre los que asoman las chimeneas cónicas. La pequeña villa soriana de Calatañazor guarda en su nombre el soniquete escolar de Almanzor y en la penumbra de sus tabernas la memoria ciertamente gigantesca del cineasta americano. Resulta inevitable el estribillo infantil: «En Calatañazor, Almanzor perdió el tambor». En realidad, recibió la herida mortal que acabó con su vida camino de Medinaceli.
En Calatañazor rodó Orson Welles algunas escenas de la película Campanadas a medianoche , después de un descubrimiento realmente apasionado, que le consumió horas de vino y duermevela en la taberna de Víctor, un recinto de culto lamentablemente ya clausurado. La fortaleza está situada en el borde del cortado que asoma sobre el cauce del río Milanos y ofrece una vista excelente del valle de la Sangre. Alrededor del castillo, con cautela para no dar un traspié, se pueden descubrir tumbas antropomorfas excavadas en la roca que da asiento a la fortaleza. Para freno de intrépidos, acabo de escuchar en la radio que una sentencia del Tribunal Supremo condena a la Junta de Castilla y León y al Estado a indemnizar a la familia de un visitante que en el año 1995 falleció por el impacto de una piedra desprendida del castillo.
En el otro extremo del pueblo, la iglesia muestra al exterior su aspecto fortificado y una portada románica de sugestión oriental. A ese embrujo contribuyen las columnillas que aligeran los arcos ciegos trazados sobre su entrada. Un cuidado museo guarda en su interior piezas notables, como el Cristo tallado en madera de sabina o la virgen románica del Castillo, además de un par de pilas bautismales muy decoradas. Como la villa tuvo una próspera existencia en los siglos de la edad moderna, su iglesia muestra los efectos de sucesivas y algunas no muy felices transformaciones hasta el siglo XVIII. La cripta, que conserva la bóveda original del trece, esconde una curiosa caja fuerte en la pared, blindada con puerta de madera y hierro. Porches rescatados del olvido para exhibir nuevas artesanías animan el empedrado de la calle Real, desde donde se ofrecen pasadizos hacia el vértigo de las murallas.