Diario de León
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Panorama | antonio papell

Súbitamente, el optimismo que se había acopiado en Europa después de la publicación de las pruebas de esfuerzo de las entidades financieras a finales de julio se ha trocado en alarma y en pesimismo. El martes, la Reserva Federal americana anunciaba que el crecimiento de los Estados Unidos no está consolidado y se conocían algunos indicadores mal recibidos por los mercados, como una elevación inesperada del déficit exterior. China comenzaba a dar muestras de recalentamiento y mostraba una caída de las importaciones que pone en duda su papel actual de locomotora global. El Banco de Inglaterra revisaba asimismo el crecimiento previsto para este año y el próximo. Lógicamente, Europa, que apenas comienza su expansión, se resentiría gravemente de este episodio.

Los expertos aseguran que esta recuperación en dientes de sierra es normal. En 1975, también comenzó un ciclo expansivo, más potente que el actual, en los Estados Unidos que, tras un año de recorrido, sufrió un abatimiento y la economía se estancó durante dos trimestre. Es, pues, posible que se reproduzca nuevamente este fenómeno, máxime cuando el crecimiento norteamericano ha sido singular puesto que no ha creado empleo. Sin embargo, existe un cierto consenso sobre la práctica imposibilidad de que se produzca una nueva recesión en toda regla ya que no concurre ninguno de los factores típicos; en todo caso, los especialistas explican que las dobles recesiones son muy raras: apenas tres en 160 años.

En nuestro caso, sí es previsible un leve contratiempo en nuestra todavía tímida recuperación. Una parte de la opinión experta pensaba incluso que, a causa de nuestro ajuste y, sobre todo, del que llevan a cabo los países grandes de la UE -”Alemania en particular-” podríamos volver a crecimientos negativos en los dos últimos trimestres del año. Salgado desmintió el miércoles esta posibilidad, aunque reconoció una leve vuelta atrás, quizá hacia el estancamiento, en ese período. De cualquier modo, la delicadeza de la situación requeriría gran rigor económico y mucha cautela en las políticas y en los gestos. El imprudente anuncio de Zapatero en Marivent de que podrían reemprenderse algunas obras paralizadas por el ajuste ha sido un error de principiante que ha tenido que ser rápidamente corregido por Salgado mediante la garantía de que no cambiarán la magnitud del gasto previsto ni los objetivos de déficit. Sin embargo, los efectos perversos de aquellas manifestaciones se hicieron notar enseguida: la ministra de Economía declaraba que las nuevas inversiones podrían hacerse gracias al ahorro que nos proporcionaría la bajada del diferencial de interés de la deuda, pero al mismo tiempo se disparaba de nuevo dicho diferencial, en parte a causa de la incertidumbre sembrada por el Gobierno español.

Es evidente que la caída de la inversión dificultará el crecimiento y que la austeridad que se ha impuesto tendrá repercusión electoral en las consultas que se avecinan. Sin embargo, es manifiesto que estamos sometidos al consenso europeo y que cualquier frivolidad tendría un alto precio porque pondría en riesgo la confianza en la economía española. En consecuencia, el Gobierno tiene que dar ahora pruebas de sentido del Estado en momentos en que el electoralismo será una tentación realmente intensa, pese a lo cual lo más importante seguirá siendo sacar a este país del atolladero.

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