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Publicado por
Javier Tomé
León

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Estamos sumidos en plena vorágine f utbolística, antes aún de que comience una temporada que promete emociones fuertes a cuenta del duelo a vida o muerte entre Guardiola y Mourinho, un adicto al drama que para ir calentando a los suyos coloca hasta tres porterías en los entrenamientos. Cada época se busca un ídolo, así que los hinchas madridistas han puesto todas sus esperanzas en semejante agitador emocional. Otro que tal baila es el constructor Enrique Ortiz, dueño del Hércules por más señas, especialista al parecer en comprar al portero del equipo rival. Para pasmo de la audiencia, cierto juez de Alicante ha decidido archivar el caso y las cintas en las que se retransmitía tan feo gatuperio, pues según su opinión «la vulneración de las competiciones deportivas no es delito». Lo que si está penado es la contundencia con que se empleó La Roja en la final del Campeonato del Mundo, agravio al fair play que la Fifa ha castigado con 7.000 euros, poco menos que los 11.000 asignados a Holanda por las coces de De Jong o Van Bommel, auténticos maestros en sacudir hasta las moquetas.

El leonés Pepe Muñiz, esa enciclopedia andante del fútbol, no cabe en sí de indignación ante un proceder tan bellaco. Y más después de que la selección orange pretendiera impugnar el gol de Andrés Iniesta que nos dio el título, al entender que fue conseguido de punta-tacón y, por tanto, lo consideraban irregular. La reputación jurídica de Muñiz, consultado al respecto por los mandamases balompédicos, tuvo un peso decisivo a la hora de desestimar tamaño desatino. Porque según este experto, enamorado del balón desde antes del Diluvio, lo que se gana en el césped no puede perderse de forma artera en los despachos. Y si no, añade, que se lo pregunten al pulpo Paul. Así que no se preocupen, porque España sigue siendo Campeona del Mundo.