Diario de León
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Panorama | antonio papell

Si Rodríguez Zapatero fuera un político capaz de emular a Maquiavelo -”si fuese realmente el Maquiavelo de León, como lo ha llamado García Abad-”, habría tenido quizá la magnífica idea de programar el proceso de primarias de Madrid para conseguir la proeza que en un cierto momento pareció imposible: lograr para Tomás Gómez las dosis de popularidad que nunca alcanzó el ex alcalde de Parla en tres años de constante y voluntarioso ir y venir por los pueblos y ciudades de la comunidad capitalina.

Pero no ha sido así, infortunadamente. Todo indica que las primarias tienen en este caso la categoría de mal menor puesto que Zapatero, tan acostumbrado a los halagos en un PSOE paralizado y a sus pies, nunca pudo seguramente sospechar la obstinada resistencia de Gómez a ceder gentilmente el paso a la candidata digital del aparato. Ha sido esta pertinacia irreductible del secretario general del PSM la que ha provocado la competición, que no está ni mucho menos decantada todavía. En cualquier caso, Tomás Gómez debe dar gracias a los hados por tanta desventura porque si hasta hace bien poco su carrera política estaba en el alero, en un anonimato cargado de oscuridades, hoy hemos descubierto ya a un personaje cabal, trabajador, con buenas ideas y un tesón a prueba de bomba. Virtudes que no abundan en la grey política que el destino nos ha deparado.

Las encuestas tienen esta virtud al fin y al cabo: cambian la realidad que tocan. Del mismo modo que la contemplación por el ojo humano de las cosas las modifica, los sondeos de opinión pierden la mayor parte de su valor en el momento en que se publican porque ya son desde este momento datos nuevos que la muestra sociológica posee para matizar mejor su opinión. La encuesta de Ferraz elevó a Trinidad Jiménez a la postulación, pero la resistencia del postergado, el hecho de que se haya enfrentado valientemente a la arbitrariedad de quien quería descabalgarlo y los discursos que ha hilvanado en su defensa le han proporcionado una popularidad impensable antes. No es difícil entonces imaginar que el sondeo socialista ha conseguido lo contrario de lo que se proponía: lejos de potenciar la figura de Trinidad, ha descubierto la de Tomás a la opinión pública. Y hoy, si se repitiera el análisis sociológico, probablemente Gómez ya no quedaría aparatosamente descolgado. Por añadidura, las bases, esas sufridas masas de militantes que tan pocas veces son consultadas, adoran las primarias, que materializan la idea democrática y les devuelven la impresión de que el pluralismo está en sus manos. Y al haber sido Tomás Gómez quien las ha promovido, contará sin duda con un apoyo mucho más sólido que antes. Lo único que puede hacer perder a Tomás Gómez las primarias es el temor, que será infundido persistentemente por el aparato, de que el socialismo madrileño pierda la oportunidad de gobernar gracias al estrellato de Trinidad Jiménez. Pero este argumento pierde fuerza a medida que Gómez se solidifica, toma cuerpo y destaca cada vez más en una serie de entrevistas que antes no interesaban y que ahora han revelado a un personaje interesante, entregado, vehemente, con vocación política indudable y con un bagaje intelectual suficiente para aspirar a lo que aspira. Definitivamente, Tomás Gómez no ha perdido aún la partida, y en todo caso saldrá ganando a medio plazo de esta competición.

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