Diario de León
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El rincón | Fermín bocos

Celestino Corbacho se va. Cuatro millones de parados y una reforma laboral que saca a la calle a los sindicatos en huelga general es el amargo titular de su despedida. Pero hay algo más en el origen de su adiós a la política nacional. Deja el Ministerio de Trabajo siguiendo una ley no escrita que convierte a los titulares de esta cartera en el fusible del que echan mano los presidentes del Gobierno. Todos sabemos que ha sido Zapatero y no Corbacho quien tras abrazar la Biblia neoliberal en Davos decidió cambiar el programa económico con el que el PSOE había ganado las elecciones al PP. Cambio forzado por una crisis económica que primero negó, después minusvaloró y a la postre se vio obligado a reconocer, abrazando, con la exageración propia del converso, las medidas de ajuste dictadas por los mercados. En lo político, Corbacho sale del Gobierno derrotado, pero intacto en su fama de hombre modesto y honrado; nada contaminado por la espuma hueca de las vanidades. En Cataluña le espera un PSC desfigurado por sus operaciones de estética nacionalista y a la baja en los sondeos. Según la salida que le han buscado acompañará a Montilla en las elecciones catalanas. Ni siquiera será el número dos; parece que se conforma con el tercer puesto. En lo personal, le honra aceptar una espada en un combate que, como digo, todas las encuestas dan por perdido. El confuso y cambiante universo político de Zapatero ha sido demasiado para Celestino Corbacho.

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